JUEVES 8/04
AGADIR
Agadir-rek, Marokoko beste edozein hiri handi batek bezala, gogorarazi digu turistak garela eta, askotan, horren arabera hartuko gaituztela. Gorroto diot sentzazio horri, bidaiaren amaieran heltzen denean batez ere, atsekabeturik uzten nauelako. Baina berehala alboan uzteko gai izan gara, Marokoko bizitza erritmoari jarraitu baino ez diozu egin behar.
Preparamos el desayuno en la terraza y vamos en busca del mar. Para llegar a él, hay que atravesar el Agadir que atrae el turismo y que a nosotros nos ahuyenta, el de los grandes hoteles (algunos a medio construir, la crisis del ladrillo no conoce fronteras), de los locales y tiendas para el turista, del palacio real, las “discolocas” y las avenidas medio desiertas y los jardines de los hoteles a rebosar,… Nos sale al paso un vendedor ambulante de “donuts”, ofrece dos de ellos de “regalo de bienvenida” a Agadir. En cuanto les hincamos el diente, el tipo nos pide 5dh por cada uno y Marta se los coloca de nuevo, mordidos, en la bandeja. Al fin, le pagamos la mitad, está claro que estamos en el Marruecos del asalto al turista.
Regresamos al otro Marruecos, tomamos un té junto a la plaza que hace de parada de taxis, de nuevo nos rodea el ruido y la gente, reaparecen los mendigos y lisiados pidiendo limosna y algún que otro chaval que esnifa pegamento, es decir, la cara menos amable del país de Mohamed V o VI o el que sea.
El día ha amanecido gris y así parece que ha de acabar. Damos una vuelta al zoco, enseguida se nos acerca un tipo, que si vascos, que si bereberes, que si hermanos, que si venís a mi tienda,… Nos desembarazamos de él, atravesamos la zona de fruta y verdura, entramos después en el reino de los souvenirs de siempre, las especias, los remedios milagrosos contra todo tipo de mal,… Rápidamente nos sale al paso un joven con un camaleón paseándole por la camisa, lo cual le sirve de pretexto para ofrecer piedras perfumadas de todo tipo y madera de “sándalo” (¡ja!, Rakel nos hará caer del guindo, en realidad son trozos perfumados de corteza de pino) para ambientar el armario o el coche. Creemos entenderle que la madera cuesta 1dh/trozo, pero no, es 1dh/gramo (“precio especial para nosotros”, lo normal es el doble). Llevamos un trozo en la segunda pasada, es un tío majo de Ait Baha. Además, nos busca el té que nos recomendaron en Tafraoute (es chino, en Marruecos sólo se produce el té bereber, que nada tiene que ver con éste). Nos cuesta 40dh (incluida la comisión de 5dh por el transporte que el chico, honrado (¡ja! de nuevo), iba a devolvernos).
Callejeamos un rato más, una visita a la lonja de pescado, breve, pues al lado están las gallinas y no hay quien lo aguante, y regresamos al hotel. Comemos en el “Restaurante Yacout”, damos un paseo, tomamos un té con tranquilidad marroquí, pues son las 20:00 cuando nos levantamos. Nos gusta este ritmo, cómo la gente se reúne en torno a una mesa a charlar, sin importar si se consume o no. Elegimos para cenar un “snack”, el “Bronx”, cerca del hotel, un local de comida rápida donde damos cuenta de un kebab más pincho moruno y chips en plato. El postre, también junto al hotel, un zumo de fresas y otro de melocotón, súper ricos. De aquí, al hotel.
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Agadir-rek, Marokoko beste edozein hiri handi batek bezala, gogorarazi digu turistak garela eta, askotan, horren arabera hartuko gaituztela. Gorroto diot sentzazio horri, bidaiaren amaieran heltzen denean batez ere, atsekabeturik uzten nauelako. Baina berehala alboan uzteko gai izan gara, Marokoko bizitza erritmoari jarraitu baino ez diozu egin behar.
Preparamos el desayuno en la terraza y vamos en busca del mar. Para llegar a él, hay que atravesar el Agadir que atrae el turismo y que a nosotros nos ahuyenta, el de los grandes hoteles (algunos a medio construir, la crisis del ladrillo no conoce fronteras), de los locales y tiendas para el turista, del palacio real, las “discolocas” y las avenidas medio desiertas y los jardines de los hoteles a rebosar,… Nos sale al paso un vendedor ambulante de “donuts”, ofrece dos de ellos de “regalo de bienvenida” a Agadir. En cuanto les hincamos el diente, el tipo nos pide 5dh por cada uno y Marta se los coloca de nuevo, mordidos, en la bandeja. Al fin, le pagamos la mitad, está claro que estamos en el Marruecos del asalto al turista.
Regresamos al otro Marruecos, tomamos un té junto a la plaza que hace de parada de taxis, de nuevo nos rodea el ruido y la gente, reaparecen los mendigos y lisiados pidiendo limosna y algún que otro chaval que esnifa pegamento, es decir, la cara menos amable del país de Mohamed V o VI o el que sea.
El día ha amanecido gris y así parece que ha de acabar. Damos una vuelta al zoco, enseguida se nos acerca un tipo, que si vascos, que si bereberes, que si hermanos, que si venís a mi tienda,… Nos desembarazamos de él, atravesamos la zona de fruta y verdura, entramos después en el reino de los souvenirs de siempre, las especias, los remedios milagrosos contra todo tipo de mal,… Rápidamente nos sale al paso un joven con un camaleón paseándole por la camisa, lo cual le sirve de pretexto para ofrecer piedras perfumadas de todo tipo y madera de “sándalo” (¡ja!, Rakel nos hará caer del guindo, en realidad son trozos perfumados de corteza de pino) para ambientar el armario o el coche. Creemos entenderle que la madera cuesta 1dh/trozo, pero no, es 1dh/gramo (“precio especial para nosotros”, lo normal es el doble). Llevamos un trozo en la segunda pasada, es un tío majo de Ait Baha. Además, nos busca el té que nos recomendaron en Tafraoute (es chino, en Marruecos sólo se produce el té bereber, que nada tiene que ver con éste). Nos cuesta 40dh (incluida la comisión de 5dh por el transporte que el chico, honrado (¡ja! de nuevo), iba a devolvernos).
Callejeamos un rato más, una visita a la lonja de pescado, breve, pues al lado están las gallinas y no hay quien lo aguante, y regresamos al hotel. Comemos en el “Restaurante Yacout”, damos un paseo, tomamos un té con tranquilidad marroquí, pues son las 20:00 cuando nos levantamos. Nos gusta este ritmo, cómo la gente se reúne en torno a una mesa a charlar, sin importar si se consume o no. Elegimos para cenar un “snack”, el “Bronx”, cerca del hotel, un local de comida rápida donde damos cuenta de un kebab más pincho moruno y chips en plato. El postre, también junto al hotel, un zumo de fresas y otro de melocotón, súper ricos. De aquí, al hotel.
VIERNES 9/04 AGADIR (¡qué largo!) El día ha amanecido tan triste como ayer. Vamos iniciando algunos preparativos para mañana, se trata de hacer tiempo, pues dos días en Agadir se hacen largos. Hemos pensado acercarnos al puerto pesquero, justo en dirección contraria a la que tomamos ayer. No queda demasiado lejos, llegados a él, nos desembarazamos de un paisano que quiere hacer de guía y contemplamos la destartalada flota pesquera marroquí, no iba yo ni de Mundaka a Izaro en uno de ellos. El pescado tampoco llama especialmente la atención (alguna raya, chicharrillos poco vistosos, otras especies que desconocemos), hay barcos descargando cientos de cajas de pescado ya congelado. Es un puerto grande, caótico y decadente, que acoge también barcos del ejército. Quizás lo más llamativo sea los muchos autobuses repletos de turistas que lo eligen como punto de interés. De vuelta, nos acercamos al “Vaillée del Oiseaux”, donde esperábamos ver algún ave interesante, habiéndonos de conformar con gallos, gallinas, palomas más algún faisán, ganso y flamenco deslavado. En jaulas, hay loros de diferentes tamaños y colores, pero el lugar está en obras y poco hay que ver. El parque cruza la carretera y al otro lado, supuestamente, hay grandes mamíferos, pero también está cerrado por obras. Compro al fin la postal (llegaré yo antes que ella), comemos en el barrio, pescado frito hace un buen rato, frío y con poco sabor. Descansamos un rato, queremos acercarnos de nuevo al zoco para hacer las últimas compras. Salimos tras la ducha. La mañana ha estado más tranquila de lo habitual, hoy viernes es el día festivo para los musulmanes y se nota, hay bastantes comercios cerrados. El ambiente parece animarse algo por la tarde. Camino al mercado, entramos en una pequeña tienda a comprar más té y… ¡sorpresa! (o quizás no tanto), el supuesto buen rollito de ayer (que si bereberes, que si podéis venir a mi casa a tomar un té,…) encubría un timo: lo que nos cobró 40dh, cuesta en realidad 13. Estamos decididos a reclamar el dinero, aún sin grandes esperanzas. En una primera pasada por el puesto, no hay ninguno de los dos jóvenes con quienes “negociamos” ayer. Preguntamos al hombre que lo atiende, que también estaba ayer y, curiosamente, de nosotros sí que se acuerda, pero no de quienes nos timaron. Otro joven dice que sí que conoce a uno de ellos y que le llamará por teléfono. En ese momento, el hombre parece hacer memoria y nos señala a unos de los dos jóvenes. Nos dirigimos a él, le explicamos los motivos de nuestro enfado y, cómo no, no sabe nada. Al final, probablemente porque no quieren problemas con el turista, quizás también porque teman tener movida con la policía, nos devuelven los 40dh y nosotros, una de las cajas de té que hemos comprado. Marchamos con el dinero, pero con mal sabor de boca. Desgraciadamente, en estos mercados, el marroquí es “el enemigo”. A la salida, endulzamos un poco la tarde. Tomamos un té con un par de tortas con miel, de ésas que cocinan a la plancha (3dh/unidad). Hay mucho movimiento, puestos de pinchos morunos, “harira”, palomitas de maíz, garbanzos, habas,… Anochece ya cuando nos retiramos, tenemos que recurrir al plano de la ciudad, andamos un poco despistados. Procuramos coger las calles más transitadas, hay chavales esnifando pegamento que, aunque no miedo, sí te hacen sentir incómodo. |
SÁBADO 10/04
AGADIR – CASABLANCA – MADRID – BILBAO
Suena el despertador a las 6, una hora más tarde que la primera llamada a la oración. Cocinamos el último desayuno y a las 7, ponemos rumbo al aeropuerto. La mañana se lleva la palma por lo desapacible, nos moja la niebla cerrada, incluso las calles están húmedas. Vamos en busca de una indicación de “aeropuerto” que vimos al venir y que nos podría llevar por una vía alternativa. No hay suerte, sin embargo, o la hemos pasado de largo o sólo existía en sentido de entrada. Estamos pues, de nuevo, sumergidos en el tráfico, intenso también a estas horas de la mañana. Las indicaciones al aeropuerto no existen, dejamos atrás Inezgane, hemos de preguntar para confirmar que vamos bien. Llagamos así a Ait Melloul, donde de nuevo hemos de pedir ayuda. Un paisano nos recomienda un itinerario alternativo, más corto.
La ayuda ha sido efectiva, a las 8:30, tras 26km de pedaleo, entramos en el aeropuerto. Pasamos el primer control de entrada y, con la nota en árabe, comenzamos la búsqueda de las cajas. Al fin, un empleado de la limpieza acompaña a Marta hasta ellas. Les damos 100dh en agradecimiento (junto a las nuestras, hay una tercera caja). Nos sobra algo de gasolina, que dejamos a un mozo porta maletas. Son apenas las 9:30 cuando ya hemos facturado. Para nuestra sorpresa, entre comentarios sobre el Real Madrid, Barça y Athletic, solventamos el trámite sin problemas y sin pagar ni un dirham.
Pasamos el control de pasaportes sin novedad, despegamos a las 12:15 y aterrizamos en Casablanca a las 13:00. Los azafatos, algo añosos ya, apenas si han tenido tiempo de repartir la bebida. Nos quedan ahora 3 horas hasta el siguiente vuelo. A las 17:15 estamos ya acomodados en nuestros asientos y sin novedad, adelantando las dos horas que ahora hay de diferencia con Marruecos, tras hora y media de vuelo, a las 21:00, aterrizamos en Madrid.