LUNES 23/07
BARACOA – SANTIAGO (bus)
Zorte on izan dugu, lekua lortu dugu Santiagorako autobusean eta arratsaldeko zazpietarako han gaude. Jai giro betean heldu gara, “Carnaval” esaten diete, eta hiriko giroak irentsi egin gaitu.
BARACOA – SANTIAGO (bus)
Zorte on izan dugu, lekua lortu dugu Santiagorako autobusean eta arratsaldeko zazpietarako han gaude. Jai giro betean heldu gara, “Carnaval” esaten diete, eta hiriko giroak irentsi egin gaitu.
Hoy desayunamos en casa de Jesus, mucho más elegante que la nuestra, con un leve toque colonial. Coincide que llega un inspector de plagas del gobierno, controlando zonas con agua para evitar que se propague el “aegyptus”, mosquito de la fiebre amarilla. A las 8 de la mañana ya estamos en la estación de autobuses. Hacia las 8:30, una funcionaria abre la taquilla y conseguimos apuntarnos en la lista de espera con los números 12, 13 y 14. Tenemos que estar a las 13:30 en la estación, con el equipaje dispuesto y contar con que haya alguna baja.
Aprovechamos la mañana para callejear, cambiar dinero en una cadeca, comprar unas galletas y enviar unas postales. En la estación, el mozo de equipajes empieza ya a poner pegas (deporte nacional en Cuba), que no se pueden meter las bicis en el bus. Le replico que unos amigos lo han hecho, eso sí, tras el pago de 3 “convertibles” (eran 5 en realidad, pero se lo rebajo). “Ah, si es así, no hay problema, hasta tienen preferencia”. Se le coge rápidamente el punto a este país. Parece que la cosa no pinta mal, pero no nos venderán los billetes antes de las dos (el autobús sale a las tres). Nos enteramos un poco de cómo funciona el sistema: las “reservaciones” pueden hacerse desde cualquier estación y aunque se supone que si no compras el billete una hora antes de la salida la pierdes, en la práctica no es así, te la guardan hasta el último momento. Dan las dos y comienza la venta, con suerte, pues llega hasta nuestro número. Nos apresuramos a meter las bicicletas en el maletero (el chaval quería cobrar 9 $, pero se ha de conformar con 6, que ya sé que son todos para él).
Aprovechamos la mañana para callejear, cambiar dinero en una cadeca, comprar unas galletas y enviar unas postales. En la estación, el mozo de equipajes empieza ya a poner pegas (deporte nacional en Cuba), que no se pueden meter las bicis en el bus. Le replico que unos amigos lo han hecho, eso sí, tras el pago de 3 “convertibles” (eran 5 en realidad, pero se lo rebajo). “Ah, si es así, no hay problema, hasta tienen preferencia”. Se le coge rápidamente el punto a este país. Parece que la cosa no pinta mal, pero no nos venderán los billetes antes de las dos (el autobús sale a las tres). Nos enteramos un poco de cómo funciona el sistema: las “reservaciones” pueden hacerse desde cualquier estación y aunque se supone que si no compras el billete una hora antes de la salida la pierdes, en la práctica no es así, te la guardan hasta el último momento. Dan las dos y comienza la venta, con suerte, pues llega hasta nuestro número. Nos apresuramos a meter las bicicletas en el maletero (el chaval quería cobrar 9 $, pero se ha de conformar con 6, que ya sé que son todos para él).
Hacia las 7 de la tarde, estamos en Santiago. En la estación, coincidimos con el paisano que nos hospedó a nuestra llegada. Algo nos había comentado de que estaba esperando la llegada de un sobrino y nos sorprende el “sobrino”, de largas piernas y generosas curvas. ¡Anda que no le echan morro! Hace mucho calor y comienza a llover, pero falta poco para anochecer y no podemos despistarnos antes de encontrar el alojamiento que nos recomendó Luis. Está cerca del Museo de la Lucha Revolucionaria y no nos cuesta mucho dar con él. Hilda, la propietaria, tiene ocupada la habitación, pero nos negocia otra en la puerta de al lado, la casa de su tío. Por hoy, como dicen ellos, “resolvemos”. Nos acomodamos en un altillo en el que hay una habitación con baño; para Jesus, preparamos una cama supletoria a modo de hamaca. Son fiestas (carnaval) en Santiago, así que nos duchamos y salimos a cenar. Nos han dicho que podemos comer algo en las casetas que hay montadas en la calle, justo al lado de la casa. Hacemos dos “reservaciones”, consistentes cada una de ellas en dos cajitas de “congrí” con cerdo y, nada más y nada menos, que seis cervezas. Pero nos va a tocar esperar, la tormenta se ha llevado la luz por delante y hay que esperar a que resuelvan el problema (si antes no hay que llamar a una ambulancia para el electricista, que miedo da verle enredar en la “instalación” eléctrica con tanta agua alrededor). Llega al fin nuestra cena, las cajitas de cartón, incluyen arroz y cerdo con más o menos cantidad de grasa alrededor que hay que comer utilizando parte de la solapa como cuchara, que aquí no hay cubiertos. Jesus apenas prueba la suya, pero yo dejo los huesos limpios. La cerveza, sin embargo, se la mete de un trago. Es “Hatuey”, la que nos quedaba por probar, y está rica, es suave. Tras la cena, una impresionante mulata que nos había estado rondando, se acerca con intención de sacar a bailar a Javi. Para tranquilidad de Javi y suerte para los pies de la morena, es Jesus el que está libre y aquí se cuidan mucho de no entrometerse en los asuntos de pareja. Hay una diferencia amplia entre los movimientos de cadera de una y otra, pero hacía tiempo que no me reía tanto. Tras rechazar todo tipo de proposiciones (“no quiero sexo, sólo un poco de cariño”), nos acercamos hacia el Parque Céspedes, tropezando por el camino con una verbena. Hay mucha gente joven, no se mueven mucho, lo justo pero efectivo. Se nos acerca una jovencita que vende chupa chups, le propongo comprarle todos si le hace bailar a Javi, pero tras unos cuantos meneos, se resigna a no hacer una gran venta. Ataca a Jesus y aunque hay diferencia entre las edades de ambas mulatas, no la hay sin embargo entre las proposiciones al oído. Es cerca de la una y media cuando nos retiramos. |
MARTES 24/07 SANTIAGO Turismo eguna Santiagon: Argazki Museoa (Iraultzaren urteetako material grafikoarekin, batez ere), Moncada Kuartela . Etxean, politikaren eta beste gai xumeen gaineko berriketa bizia, irlaren errealitatean kokatzeko oso lagungarriak. Eta eguna amaitzeko, musika “La Casa de las Tradiciones”-en eta “La Casa de la Trova”-n, nahiz eta, azken honetan, Kubako turismo sexualaren errealitate gordinarekin topo egin, zuzenean. |
Por la mañana no podemos hacer la mudanza como estaba previsto, Hilda tiene la habitación ocupada con unos clientes habituales que le han avisado a última hora. No nos preocupamos demasiado, nuestro anfitrión nos asegura que algo nos encontrará, así que abandonamos los bultos y salimos a pasear por Santiago. Nos empeñamos en localizar el museo de la fotografía, empresa que no resultará sencilla. Ya en el museo, somos los únicos turistas. Es un edificio pequeño, en su exterior, una unidad móvil de TV; en el porche, tres funcionarios relajados. Uno de ellos, una mujer, ejerce de eficiente guía entre máquinas fotográficas, cámaras de televisión y, sobre todo, instantáneas que resumen especialmente los años de la Revolución, con Fidel como principal protagonista. La breve visita nos ha servido para escapar del intenso calor de la ciudad. El tráfico es escaso, pero la contaminación elevada. Nos acercamos al Cuartel Moncada, donde el 26 de julio de 1953, un grupo de estudiantes dirigido por Fidel se enfrentaron a las tropas de Batista. Fue el primer intento revolucionario. Compramos dos postales del Ché, muy fotogénico y vamos en busca de un lugar para comer. De vuelta a casa, charlamos con un “jinetero” que intenta que vayamos a cenar a su “paladar”. Nos deja muy claro su desencanto acerca de la situación en la isla, de la falta de oportunidades, de la presión política de la policía. Poco a poco, vamos cayendo en la cuenta que la idea que traíamos del régimen cubano está bastante alejada de la realidad. |
En casa, la llegada de los turistas alemanes nos ha dejado sin cama y, al menos de momento, no han podido encontrarnos sitio. Pero ahora, relajados, nos acomodamos en el balcón con Noa, su marido José, el cuñado y el hermano de éste y un balde de cerveza. Bebemos, picamos algo y hablamos de política y de Castro, temas muy jugosos. Estas gentes también quieren que la situación en la isla cambie. El marido de Noa ha sido militar, con rango, era químico (hacía “NAPALM”, qué miedo), luchó en Angola. En la actualidad, sobrevive como puede con una pensión mísera; es un gran entendido en palomas mensajeras, las suyas han competido fuera de Cuba y estos contactos con el exterior también le han traído problemas. Comenta que se siente como un muñeco que se mueve en función de las vueltas que las autoridades le den a la cuerda. La reunión se anima, uno de los comensales (músico que ha viajado por Francia, Suiza e Italia), tiene ya un “pedo” considerable y está muy gracioso. Promete regalarnos un CD con su orquesta. Llegan su mujer, Susana, y sus hijos. Ella es economista y se queja, por supuesto, de lo que cobra. Ahora bien, a pesar de los pesares, ninguno deja de reconocer el papel fundamental que ha jugado Fidel en la historia de la isla. Tras la charla, ha quedado decidido que hoy dormiremos en la habitación de nuestros anfitriones y ellos marcharán con unos parientes. Nos duchamos y salimos, nos apetece conocer la “casa de las tradiciones”, nos han comentado que suele haber buenos conciertos de música tradicional. Cuando llegamos, la actuación está apunto de acabar pero, aún así, nos hacen pagar 2$ por cabeza. Es un lugar agradable, las paredes están cubiertas de fotos de músicos y conciertos. El grupo de hoy lo forman seis músicos, uno de ellos toca lo que llama “percusión criolla” que no es sino una ijada de caballo. Sólo nos llega para escuchar dos temas y en el segundo, una asombrosamente ágil mujer con sus añitos, saca a Jesus a bailar (de momento, Javi va librando). Hacia las 12, decidimos atravesar la marea humana que nos separa de la Casa de la Trova. Un nuevo regateo nos deja la entrada en 2$, hasta la una y media que acaba el “txou”. Tomamos algo escuchando al grupo, pero lo cierto es que lo que más capta nuestra atención es el lamentable espectáculo de los viejos turistas rodeados de jovencitas y/o jovencitos. Junto a nuestra mesa se sientas dos de ellas, que charlan con Jesus. Una, de 21 años, tiene ya una hija de 5. A la hora convenida, es decir, la una y media, marchamos a casa. Hace calor dentro y hay bastante ruido en el exterior. Las dos alemanas que nos han quitado la habitación, llegan poco más tarde. |