JUEVES 17/06
4ª ETAPA: TADOUSSAC – SAINTE ROSE DU NORD
(88km/4h 15min)
Egun borobila, gaurkoa: baleak, itxas txakurrak, txirringa eta karibua (azken hau, patatekin). Profila askoz lasaiagoa izan arren, etapa gogorra izan da ere bai, erlojua izan baitugu etsai. 14:30ean hasi gara pedalei eragiten eta, goitik jota, 19:00ak arte genuen Sainte Rosera ailegatzeko. Ez da nik gustukoa dudan zikloturismoa, 30km orduko hegan egiten, etenaldirik gabe eta atzean uzten dugunaz ohartu ere egin gabe. 50km eginda genuela besterik ez gara erlaxatu trafiko gabeko errepide polita eta lasaiaz gozatzeko. Sainte Marguerite ibaia izan dugu bide lagun eta, aldi bietan, Kanadako neurriko hostozabalen basoak. Baina bakealdia motz geratu da, lehenengo aldaparekin batera, erritmoa berriro ere bizkortu egin da. Zazpiak jo berriak ziren Sainte Rosen sartu garenean.
4ª ETAPA: TADOUSSAC – SAINTE ROSE DU NORD
(88km/4h 15min)
Egun borobila, gaurkoa: baleak, itxas txakurrak, txirringa eta karibua (azken hau, patatekin). Profila askoz lasaiagoa izan arren, etapa gogorra izan da ere bai, erlojua izan baitugu etsai. 14:30ean hasi gara pedalei eragiten eta, goitik jota, 19:00ak arte genuen Sainte Rosera ailegatzeko. Ez da nik gustukoa dudan zikloturismoa, 30km orduko hegan egiten, etenaldirik gabe eta atzean uzten dugunaz ohartu ere egin gabe. 50km eginda genuela besterik ez gara erlaxatu trafiko gabeko errepide polita eta lasaiaz gozatzeko. Sainte Marguerite ibaia izan dugu bide lagun eta, aldi bietan, Kanadako neurriko hostozabalen basoak. Baina bakealdia motz geratu da, lehenengo aldaparekin batera, erritmoa berriro ere bizkortu egin da. Zazpiak jo berriak ziren Sainte Rosen sartu garenean.
A las 9:00, disfrazados de marinos y abrigados con el wind stopper, gore tex, guantes, más los pantalones y chamarra que nos proporcionan, nos echamos a la mar. Lo cierto es que tendremos oportunidad de comprobar que nada sobra. A la media hora, más o menos, avistamos la primera aleta dorsal y allá que nos dirigimos, nerviosos, cámara en mano. Tras un rato de espera, reaparece y alguna foto se deja hacer. De nuevo a la espera, asoma un grupo de 6 u 8 focas, algo lejanas y desconfiadas que nos entretienen hasta que asoma una nueva ballena, mayor esta vez. En efecto, en un salto deja ver toda su blanca garganta, es un rorcual común (el piloto nos ha pasado unas hojas con las especies que se ven más a menudo), que puede llegar a medir más de 20 metros. A lo lejos, otros dos ejemplares de rorcual nos impresionan con sus saltos, que en esta ocasión dejan ver casi todo su cuerpo. Es impresionante y poco importa no tener foto de ellas, basta con saber que existen y lo cierto es que aún hoy, cuando paso este diario a limpio, seis meses más tarde, todavía se me pone la carne de gallina al recordarlas. Existen voces contrarias a este tipo de turismo que, sin lugar a duda, altera el comportamiento de estos enormes animales, cuyos grupos son, al parecer, menos numerosos que hace unos años debido a las molestias que les generamos desde las barcas. Lo cierto es que produce desasosiego ver cómo, cada vez que asoma una aleta en la superficie, media docena o más de zodiacs y barcos de mayor tamaño las persiguen y acosan, para una triste foto que enseñar en casa. Es la primera, pero también la última vez que me embarco en una movida de éstas. Y así andamos, vuelta arriba, vuelta abajo, hasta que Iván, nuestro grumete, nos lleva como un loco hacia la entrada de la bahía, para diversión tensa de unos y desesperación de otros (léase Joseba y Karlos). |
De vuelta al albergue, hacemos las compras y ya disfrazados de ciclistas, arrancamos cuesta arriba, para no variar (Natxo ha salido unos minutos antes, para ir más tranquilo). Hace calor, son las 14:30 y tenemos, por lo menos, 80km por delante, así que no va a haber tregua. Salvado el primer desnivel, el camino es más relajado que en jornadas anteriores. Vamos deprisa, a bloque, pero Txefo anda un poco flojo y yo estoy cada vez más mosqueado, pues no he cruzado el Atlántico para hacer una contrarreloj. Finalmente decido declararme insumiso, pues ha quedado una tarde preciosa, el paisaje es “zoragarria”, la temperatura es perfecta y andamos bien de tiempo, razones todas ellas que parecen más que suficientes para levantar el pie y que el resto parece compartir. Poco dura la calma, sin embargo, comenzando de nuevo los ataques cuando el perfil de la etapa vuelve a complicarse, pero yo, impasible el ademán, que además queda ya poco. Dejamos la carretera principal para desviarnos por otra, a la izquierda, que nos va a llevar, tras un par de kilómetros de descenso a Sainte Rose du Nord, un pequeño pueblecito al borde del río Saguenay y rodeado de espesos bosques, una estampa realmente bonita. Nos alojamos en un pequeño pero agradable albergue, con vistas al río que aquí parece un lago (no queda lejos el Lago Saint Jean). Las ventanas están cubiertas, como hemos visto en muchos otros sitios, por discretas mosquiteras que impiden el paso de los joídos bichos. Cenamos muy bien, los platos fuertes han sido para unos caribú, para otros bisonte y también ciervo y pollo. El bisonte (¿o era búfalo?), ya lo conocíamos de las sidrerías cuando la crisis de las vacas locas; el caribú no estaba malo, pero lo habían cocinado con laurel y era éste el sabor que predominaba; el ciervo tenía un fuerte sabor, como a hígado, pero se dejaba comer; y el pollo, rico pero guisado ¿con anís? Había que probar la cocina de por aquí y la experiencia no ha sido mala. La mujer que nos ha atendido en la mesa es muy amable, pena no saber francés. Cuando salíamos del comedor, nos ha pedido que dejáramos escrito algo en euskera en el libro de visitas y la responsabilidad ha recaído sobre Joseba, que para algo es el “irakasle”. Desde que hemos llegado a Canadá, todo el mundo sabe de qué les hablas cuando dices que eres del País Vasco. Lo ubican, al menos. La de Québec, es una región totalmente francófona; el inglés, lo dominan poco y lo usan aún menos. Me ha sorprendido. Pero tampoco es que sean nacionalistas; de hecho, creo que en todos los referéndums que se han hecho hasta ahora han ganado siempre los contrarios a la desanexión. Sabemos que ganaron los nacionalistas en el albergue de Tadoussac, es una votación que organizaron ellos coincidiendo con la oficial. Los resultados los tenían inmortalizados en las paredes del salón, pero parece que no influyó demasiado en el cómputo final. |
VIERNES 18/06
5ª ETAPA: SAINTE ROSE DU NORD – SAINT GÉDÉON
(115km/5h 40min)
Berriro ere zikloturismoarekin zerikusi gutxi duen etapa. 9:45ean abiatu gara Sainte Rosetik eta 19;00etan bageunden jada Saint Gédéonen, 115km jan ostean. Profila, aurreko egunetakoa baino pixka bat trankilagoa baina, Chicoutimin, erotzeko modukoa izan da: hainbat kilometro bidegorri amaiturik, trafiko ugariko errepide nagusia, lau erreiko autobidea bihurtu da (ezkerrak bazterbide zabala zuela) eta, badakizue, bata bestearen atzean 30km orduko baino arinago eta ezatsegin izan arren, ez zegoen beste eginik. Chicoutimiraino, paisaia, ez da beste munduko gauza izan, basoak eta basoaren esplotazioak erabat botata, gertu ditugun paisaiak gogorarazi dizkigutenak. Hiri honetan, ibai ondoan, padura batean, kartel batzuek molusku hartzeko debekua gogoratzen diete arrantzaleei, toxina paralizatzailerekin kutsatuta baitaude. Hau beldurra! Eta bukatzeko, Saint Gédéonen berriro korrika eta presaka ostatu hartzeko eta afaltzeko lekuaren bila.
5ª ETAPA: SAINTE ROSE DU NORD – SAINT GÉDÉON
(115km/5h 40min)
Berriro ere zikloturismoarekin zerikusi gutxi duen etapa. 9:45ean abiatu gara Sainte Rosetik eta 19;00etan bageunden jada Saint Gédéonen, 115km jan ostean. Profila, aurreko egunetakoa baino pixka bat trankilagoa baina, Chicoutimin, erotzeko modukoa izan da: hainbat kilometro bidegorri amaiturik, trafiko ugariko errepide nagusia, lau erreiko autobidea bihurtu da (ezkerrak bazterbide zabala zuela) eta, badakizue, bata bestearen atzean 30km orduko baino arinago eta ezatsegin izan arren, ez zegoen beste eginik. Chicoutimiraino, paisaia, ez da beste munduko gauza izan, basoak eta basoaren esplotazioak erabat botata, gertu ditugun paisaiak gogorarazi dizkigutenak. Hiri honetan, ibai ondoan, padura batean, kartel batzuek molusku hartzeko debekua gogoratzen diete arrantzaleei, toxina paralizatzailerekin kutsatuta baitaude. Hau beldurra! Eta bukatzeko, Saint Gédéonen berriro korrika eta presaka ostatu hartzeko eta afaltzeko lekuaren bila.
Amanece nublado, pero no parece que haya riesgo de mojarse. Nos acercamos al embarcadero con la esperanza de que algún ferry o similar nos remonte algunos kilómetros en el río mas, tal y como ayer nos adelantaron en el hotel, no hay nada que hacer, el servicio que necesitamos no empieza hasta julio. No queda más remedio, por tanto, que empezar a pedalear, cuesta arriba para ser fieles a lo que ya se va convirtiendo en tradición. Finalizadas las cuestas, entramos en una zona de toboganes más llevaderos, pero que se hacen notar en las ya cansadas piernas. Acaban en el descenso a Saint Fulgence. Unos kilómetros más adelante, en la oficina de turismo de Chicoutimi, han acabado con nuestras últimas esperanzas, no hay ningún barco que desde aquí remonte el río. Nos interesamos también por los autobuses que unen esta zona con Québec, pues está claro que será la única forma de regresar a tiempo, más teniendo en cuenta el perfil de los recorridos. En la estación de autobuses nos comentan que no hay problema para meter las bicis siempre y cuando haya sitio en el maletero, cosa que parece más fácil el lunes. Retomamos el pedaleo con 50km ya en las patas, entre el tráfico al principio, por bici carril después, para acabar en la autovía. |
Nos ponemos en marcha; la tarde se está cubriendo y no sé cómo va a acabar esto. En esta segunda parte de la jornada, sólo una hembra de ¿ciervo mular? y una especie de rata enorme subida a un “palu” consiguen que dejemos de pedalear. Hacemos también una paradilla técnica para comer algo en un chiringuito de carretera, una coca-cola (no venden alcohol) y unas patatas fritas en un aceite que ha de haber librado unas cuantas batallas ya. Pero somos capaces de comer cualquier cosa (en estos viajes te vuelves primario). Hacemos rápidamente los últimos kms, hasta 115, frente a los 90 previstos, para llegar a Saint Gédéon, al “Aubergue des Isles”, alojamiento recomendado por la Lonely Planet y con razón, un elegante lugar a la misma orilla del lago Saint Jean con un único problema, que está completo. La amable chica de recepción nos busca sitio en la cercana “Gite des Isles” que hemos dejado atrás, a 3km, un equivalente al B&B. Es una casa de campo en la ocupamos dos habitaciones en la planta baja y otra arriba, con la familia. Vive aquí el matrimonio con dos hijos adoptados, un chavalillo coreano de unos tres años y una niña china algo mayor, de unos seis, más los padres de ella. Son gente amable que se sorprende (no me extraña) cuando se enteran de la tralla que llevamos encima. Tras las duchas, toca cenar y el abuelo se ofrece a acercarnos al restaurante (cierran a las 8), un chiringuito de carretera en el que la mitad del espacio lo ocupa la cocina, quedando el resto para 3 ó 4 mesas. El menú, de fritanga, pero no ha sido tan malo; incluso el pastel de postre, de manzana o algo parecido, estaba rico. Volvemos dando un paseo, a pesar de que el abuelo se ha ofrecido también para ir a recogernos. Hace una bonita noche y nos sobrevuela un grupo de barnaclas (canadienses, claro). En casa, con una cerveza del mini bar (a 2$), optamos por un cambio de planes. Para rodear el lago, nuestra intención primera, habría que enfrentarse a dos días de 120km, lo cual, visto lo de hoy, carece de sentido. Además, estamos en una de las zonas más interesantes y hay que tratar de disfrutarla. Por tanto, mañana daremos un paseo en piragua por el lago (aquí, Joseba frunce el ceño), para hacer después 30 ó 40km por la tarde, hacia el norte, la parte que parece más prometedora. El domingo, pedalearemos otros 40 ó 50km hasta un punto en el que coger un autobús que nos deje en Québec. Con estos esperanzadores planes de disfrute de la bicicleta, nos despedimos hasta mañana, un poco coaccionados, eso sí, por los mosquitos. |