DOMINGO 20/06 7ª ETAPA: SAINT HENRI DE TAILLON – DOLBEAU – QUÉBEC (75km/4h 15min) Gaurkoak, egun lasaia izan beharko zuen. Iparralderantz abiaturik, Punta Tailloneko Parkearen barrena sartuko gara, Saint Jean Lakuaren ondoan. Handik, Dolbeaura iritsiko gara non, 16:00etan, Québecerako autobusa hartu beharko dugun. 65km inguru besterik ez dira, ez ginateke estu ezta korrika ibili behar, beraz. Ea eguna zelan doan, beti okertu ahal dela. El fuerte viento persiste, así que es posible que la etapa se haga cuesta arriba. Una última foto, despedida y a pedalear, esta vez no cuesta arriba, para variar. El día está fresco y hay que vestir las mallas, wind-stopper y guantes. Enseguida entramos en el parque (tras abonar 3,50$ por cabeza), en el mundo de los castores (ni uno), de los alces (muchas huellas) y los mosquitos hambrientos (a millares). A nuestra izquierda queda el lago, más reposado ahora (el aire va amainando) y atravesamos varios puentes que lo comunican con la zona pantanosa y de turbera de la derecha. Podemos ver varias construcciones de los castores, un nido y varias presas que la guardería del parque perfora con grandes tuberías cubiertas de una malla, para evitar así que el nivel del agua suba demasiado. Es la coexistencia pacífica. Muy diferente es la relación con los mosquitos. Hasta ahora eran molestos, picaban hasta un punto tolerable, pero hoy es insoportable. Cada vez que paramos, para mear, sacar una foto, leer alguno de los paneles informativos, etc, el asedio es infernal. Sólo te ignoran cuando pedaleas. Dice Txefo que el zumbido te pone nervioso, con lo cual aumenta la circulación periférica, que es la que a los jodidos bichos les interesa para desayunar, comer o cenar, lo que hace que sean más los que te asedian, que el zumbido sea mayor y más también los nervios y así hasta que decides huir. Y es una pena, porque el recorrido lo merece. Es una pista llana, con un poco de gravilla, pero muy cómoda para la bicicleta. A un lado, el lago y al otro, pantano, turberas y bosque de coníferas y abedules, principalmente. Cuando el camino se aleja de la orilla del lago, el paisaje se abre, los árboles, mucho más dispersos, dejan amplias zonas de pasto a la vista. Es, al parecer, el lugar idóneo para ver al alce (las huellas, desde luego, sí que son abundantes), pero ni un cuerno. Claro está que la bici no es el mejor medio para ir en busca de fauna, más yendo desperdigados y con la ropa de « kolorintxus ». Abandonamos el bosque y nos ponemos de corto, porque parece que el día va levantando. Tenemos ahora varios kilómetros de carretera que compartir con los coches, por lo que vamos un poco más ligeros, pero sólo un poco. De nuevo junto al lago, llegamos a Peribonka, donde se han currado un increíble carril bici, con largas pasarelas de madera que atraviesan o bordean las lenguas del lago. Acaba este carril en un impresionante puente que salva el no menos impresionante río Peribonka. Pero el tiempo comienza a torcerse y caen las primeras gotas. Tenemos margen para llegar a Dolbeau, pero tampoco conviene despistarse demasiado. Por una carretera estrecha y poco frecuentada, llegamos a Saint Coeur, donde la lluvia nos obliga a refugiarnos en un antiguo aserradero, para deleite de los mosquitos. Pero estas paradas hacen que el margen con el que contamos para coger el autobús, se reduzca peligrosamente. A los pocos kilómetros, retomamos el carril bici, recién asfaltado y pintado, que atraviesa un bosque poco denso. Desgraciadamente, la lluvia nos impide disfrutar el pedaleo. No son aún las 15:00 cuando entramos (o eso creemos) en Dolbeau, porque en realidad estamos en Mistassini, segunda parte del nombre de la población. Carretera arriba y abajo, no damos con la estación de autobuses y lo peor es que la gente nos dice que no hay tal en este pueblo. Al fin, alguien nos aclara el tema de los nombres y también que tenemos otros 10km más hasta el Dolbeau a secas. El tiempo está inestable, ha parado de llover, pero hace mucho calor. A las 15:30, estamos ya en la parada (que no estación) de autobuses, en una gasolinera. Hemos dado mil vueltas para dar con ella, pero lo hemos conseguido con tiempo, afortunadamente, porque tenemos que desmontar las bicicletas (hasta el manillar nos dicen, pero de esto no hacemos caso) para meterlas en unas grandes bolsas de plástico. Tampoco tenemos aún la certeza de que vayamos a poder meter todas las bicicletas en el autobús, depende del número de viajeros y de cómo vaya el maletero de equipaje. Hay suerte, y un poco pasadas las 16:00, salimos rumbo a Québec El tiempo se ha complicado definitivamente y llueve con fuerza. El que se suponía que iba a ser un viaje de algo más de tres horas, se convierte en una odisea de seis. El camino que recorremos de vuelta es igualmente "canadiense". Atravesamos la Reserva de Fauna de Les Laurentides, una inmensidad de frondosos bosques y grandes lagos, en la que se ve a menudo un carril bici que aparece unas veces y desaparece otras para fundirse con el ancho arcén. El perfil, aunque duro con continuos toboganes, no lo parece tanto como el que hemos recorrido en nuestro viaje. Hubiese sido también una opción interesante y es de hecho el camino que teníamos pensado para el viaje de vuelta, pero dando pedales (ingenuos que somos). Son las 22:00 cuando bajamos del autobús en Québec y comprobamos, como suponíamos, que se han deshecho de las cajas, a pesar del escondite. No nos queda más opción que comprárselas a ellos el martes, cuando marchemos. Nos alojaremos de nuevo con Ahmed. Mañana, jornada agotadora de turismo por Québec. |
LUNES 21/06 QUÉBEC Por la mañana hemos decidido visitar la « Vieux Québec », la parte monumental de la ciudad. El día está plomizo y la luz es francamente mala para la fotografía. Es agotador este tipo de turismo, prefiero hacer 100km en bicicleta. El tiempo ha ido mejorando y ha quedado una tarde bonita. Tras una serie de compras que nos retrasan más de lo previsto, decidimos regresar al albergue. Klemen y Natxo deciden coger un atajo, así que llegan media hora más tarde. Y cuando ya parecía que nuestra última esperanza de meter algo sólido al estómago era un supermercado, la « Pizzeria Salvatore », como su propio nombre indica, nos saca del brete. Un « 2x1 », más unas patatas, ensaladas y pastas de postre han sido la cena de despedida de este país. A las doce de la noche ya estamos en la cama y con los bártulos preparados para el largo día de mañana. Esto se acaba. MARTES 22 - MIERCOLES 23/06 QUÉBEC – MONTREAL – FRANKFURT – BILBAO No son las nueve cuando ya estamos en la estación de autobuses. Tenemos que esperar hasta el que sale a las 10:30, así que hay tiempo para reforzar las endebles cajas de cartón que venden por 5$. Con todo empaquetado y a punto, salimos hacia Montreal, puntualmente. El tiempo está inestable, llueve durante todo el trayecto. A las 13:30, en Montreal, cogemos otro autobús media hora más tarde, que nos dejará en el aeropuerto tras un breve viaje de 15 minutos. Comienzan ahora los trámites y les toca primero a las bicicletas, que hay que facturar, afortunadamente directamente hasta Bilbao. Hemos tenido que dar algunas vueltas con ellas, pero unos amables funcionarios nos han echado una mano (lo de hacer turismo en bicicleta, sigue sorprendiendo y levantando simpatías entre la gente y eso ayuda). Nos han cubierto además las cajas con pegatinas de « frágil », que de algo ya servirán, aunque no sea más que para amortiguar los golpes. Hemos tratado de recuperar parte de los impuestos que nos han ido cobrando y algo conseguimos, pero las facturas de compras deben ser por un importe superior a 50$ y las de hotel, de más de 200 (en varios alojamientos nos han hecho 6 facturas individuales, no saben nada). En cualquier caso, de pobres no íbamos a salir. Unas cuantas horas más tarde, aterrizamos suavemente en Loiu. Rakel nos espera, recogida de bártulos y cada mochuelo a su olivo. El año próximo, quién sabe a dónde y con quién. |