LUNES 2/08 12ª ETAPA: ALBAC – CAMPIA TURZII – (tren) – CLUJ NAPOCA – (tren) – BAIA MARE (111km/5h 20min) Pedalei eragin ahal izan diegu, azkenik. Argi dago atzokoa tregoa eguna izan zela, euriak lagundu baikaitu egun santu osoan, gogor batzutan, bareago besteetan. Etapa luzea izan arren, beherantz egin dugu beti, suabe-suabe, eta arin pasa dira kilometroak, ia konturatu gabe, ez dugu inoiz egin horrenbeste kilometro aldapa behera eta ez dut uste errepikatu dugunik. Tren bik, Campia Turziitik Cluj Napocara lehenak eta Baia Marera bigarrenak, Hotel Maran utziko gaituzte, dekadentea eta xarmagarria aldi berean. |
A las 8:30 esperamos ya el desayuno. Hay niebla baja, como ayer y hace fresco, pero parece que va a levantar. Con fresquito, para las 10, ya pedaleamos dirección a Turda. Hay una corta zona de subida, pero el trazado es claramente descendente y los kilómetros pasan rápido. Desgraciadamente, las nubes nos amenazan de nuevo y efectivamente, para la una del mediodía están cayendo ya las primeras gotas, lo cual nos obliga a cubrir las alforjas. La carretera está muy mojada y cuando parecía que la tormenta había cesado, comienza de nuevo con intensidad y debemos refugiarnos bajo unos árboles. Escampa de nuevo y parece que va en serio esta vez. Tenemos cerca las gargantas de Turzii, se ve la entrada desde la carretera, pero no sabemos cómo andamos de tiempo y el cielo tampoco tiene un aspecto que permita relajarse demasiado. Entramos en Turda atravesando unos suburbios y una zona industrial, o lo que queda de ella. Seguimos hacia Campia Turzii por una peligrosa carretera y damos al fin con la estación de tren, cuando el cielo amenaza de nuevo tormenta. Preguntamos si es posible meter las bicicletas y la respuesta es la habitual, que preguntemos al revisor, por lo que de nuevo recurrimos también a la política de hechos consumados que tan buen resultado nos ha dado hasta ahora, es decir, meterlas sin preguntar, que luego hacérnoslas sacar, es siempre más complicado. Las dificultades, también las habituales, vagones muy altos, puertas estrechas y escaso sitio para ubicarlas. Cuando llega el revisor, parece algo mosqueado y nos hace meterlas en el WC, pero el enfado parece pasársele pronto, le pagamos y en paz. A las 17:00, estamos en marcha. Llegamos a las 18:20 a Cluj Napoca, tenemos que coger al tren a Baia Mare a las 18:58. En la taquilla, la chica nos dice que en el inter-city no se pueden meter bicicletas, es un tren pequeño pero que, en cualquier caso, preguntemos al jefe de estación. Salgo al andén y al único hombre que veo uniformado, le pido, por señas, que me acompañe. Con mi más trabajada cara de pena, le cuento lo que nos pasa, que hace mal tiempo,... y accede, diciéndonos que el billete lo compremos una vez montados en el tren. Acomodamos las bicicletas y puntualmente, salimos camino de Baia Mare. Hace calor. Llegamos a Baia Mare a las 10 de la noche con noche cerrada acentuada por la escasa iluminación, y lloviendo. Fácilmente encontramos el hotel Mara, un flamante edificio que nos impone, no estamos acostumbrados a estos lujos, le confieso al botones que buscamos algo menos elegante. El chico contesta que el Mara no es tan caro y que hay posibilidad de elegir entre habitaciones de 2 ó 3 estrellas: la de dos, 1.620.000lei, desayuno incluido, como el de Ploiesti. Aceptamos y enseguida el botones acude a recoger nuestro equipaje, unas alforjas un poco sucias y alguna bolsa de plástico que hacen un curioso efecto en el carrito. Nos acompaña a la habitación 603, a la que da entrada una puerta desencajada y que cierra mal, en un pasillo con las paredes desconchadas. Alguna que otra estrella, también debería caerse por aquí. En las películas dan propina al botones, pero nos da corte y se queda sin nada. Será la falta de costumbre. |
La habitación es normalita, con muebles de una línea más o menos moderna, pero ajados por el uso. Estamos tan cansados que, tras la ducha, no nos quedan ganas de ir a buscar un lugar para cenar, así que lo hacemos en la habitación. Ponemos la TV para tener noticias del tiempo y las previsiones son francamente malas, advirtiendo del peligro de inundaciones en la mitad del país. Estamos desesperados; sólo nos faltaría tener que quedarnos en esta ciudad y en este hotel. Mañana veremos.
MARTES 3/08
13ª ETAPA: BAIA MARE – VADU IZEI
(66km/3h 55min)
Euri tarteren bat izan arren, bizikleta egun polita izan dugu. Baia Spri-tik, Gutâi mendate lasaia eta suabea igo dugu, pagadi ederra zeharkatuz.. Bestaldean, Maramures, etxeetako egurrezko ate handiak eta landukak ezaugarri. Hesietan egurrezko landutako atea handiak izanik, saxoi herrietan ez bezala, etxeak begi-bistakoak dira, "eskuragarriak" nolabait esatearren. Iparralde ekartzen digu gogora. Eguna, Vadu Izei-n bukatu dugu, OVR elkarteko etxe batean. Oso arratsalde polita geratu da, “zulo beltz” honetatik esperantza piztu zaigu, iragarpenek kontrakoa esaten badute ere. Siguetu Marmatieira paseotxo bat emateko aukera ere izan dugu.
13ª ETAPA: BAIA MARE – VADU IZEI
(66km/3h 55min)
Euri tarteren bat izan arren, bizikleta egun polita izan dugu. Baia Spri-tik, Gutâi mendate lasaia eta suabea igo dugu, pagadi ederra zeharkatuz.. Bestaldean, Maramures, etxeetako egurrezko ate handiak eta landukak ezaugarri. Hesietan egurrezko landutako atea handiak izanik, saxoi herrietan ez bezala, etxeak begi-bistakoak dira, "eskuragarriak" nolabait esatearren. Iparralde ekartzen digu gogora. Eguna, Vadu Izei-n bukatu dugu, OVR elkarteko etxe batean. Oso arratsalde polita geratu da, “zulo beltz” honetatik esperantza piztu zaigu, iragarpenek kontrakoa esaten badute ere. Siguetu Marmatieira paseotxo bat emateko aukera ere izan dugu.
A las 7 de la mañana, la calle está seca y en el cielo hay nubes y claros. Algo más animosos, bajamos a desayunar y parece que al resto de los huéspedes del hotel se les ha ocurrido lo mismo y a la misma hora. La cola, integrada mayoritariamente por jubilados rumanos, se mueve rápidamente y disfrutamos de un agradable buffet.
En carretera ya, el agobiante tráfico se va tranquilizando con el transcurso de los kilómetros. En Baia Spri, comenzamos a ascender el Puerto de Gutâi, al tiempo que el día se complica y se va cubre. Es una ascensión tendida y larga, con amplias curvas de herradura que discurre a través de un precioso hayedo. Cuando estamos a un kilómetro aproximadamente de coronar, descarga una fuerte tormenta que nos obliga a refugiarnos bajo un árbol y a cubrir las alforjas. En el alto, en una “cabana”, desayunamos café con galletas. Desde aquí, parten senderos marcados hacia el monte e incluso hay alguna zona de acampada. Estamos en una zona protegida en la que, según indican los carteles, la fauna es abundante: lobos, osos, zorros, ciervos, etc. Es una lástima este mal tiempo que nos acompaña, porque sería una bonita zona para hacer una parada y dejar la bicicleta un día.
En carretera ya, el agobiante tráfico se va tranquilizando con el transcurso de los kilómetros. En Baia Spri, comenzamos a ascender el Puerto de Gutâi, al tiempo que el día se complica y se va cubre. Es una ascensión tendida y larga, con amplias curvas de herradura que discurre a través de un precioso hayedo. Cuando estamos a un kilómetro aproximadamente de coronar, descarga una fuerte tormenta que nos obliga a refugiarnos bajo un árbol y a cubrir las alforjas. En el alto, en una “cabana”, desayunamos café con galletas. Desde aquí, parten senderos marcados hacia el monte e incluso hay alguna zona de acampada. Estamos en una zona protegida en la que, según indican los carteles, la fauna es abundante: lobos, osos, zorros, ciervos, etc. Es una lástima este mal tiempo que nos acompaña, porque sería una bonita zona para hacer una parada y dejar la bicicleta un día.
Comenzamos el descenso con la carretera ya seca, afortunadamente, porque el firme está bastante mal. Pasamos junto a varios puestos de gitanos en los que venden enormes setas. Ya abajo, comienzan a aparecer ante nuestros ojos las puertas de madera labrada características del Maramures, enormes portones cubiertos de un tejadillo, también labrado. Llaman especialmente la atención en Desesti. La tormenta parece amenazar de nuevo, por lo que aceleramos el ritmo, pero parece ser una falsa alarma, porque se abren más tarde algunos claros, e incluso el sol se anima a calentar. La luz es preciosa y la región nos gusta por sus suaves colinas, por sus “metas” que nos recuerdan a Iparralde y por sus casas de grandes puertas y sin embargo, abiertas a la mirada extraña, no como ocurría en las aldeas sajonas. En varias casas, vemos árboles en cuyas ramas se han colgado pucheros de todos los tamaños, formas y colores; incluso, en algún caso, una estructura metálica hace las veces del árbol. Más tarde nos explicarán que se trata de una tradición de la zona, que hace saber a quien pueda interesar que, en esa casa, hay moza casadera. Entramos ya en Vadu Izei y un cartel nos informa que los alojamientos forman parte la red OVR. A través de la oficina, nos ponen en contacto con la la dirección que nos interesa. Estamos ya en Casa Prisacaru, donde Nicolae nos espera. Por unas escaleras de madera nos lleva hasta nuestra habitación, en el piso de arriba de su casa. La decoración es sencilla pero con buen gusto, con muebles de pino, cerámica, jarapas de colores y trajes tradicionales. Disponemos también de una pequeña terraza con colgador para nuestra colada y una pequeña salita que hará las veces de comedor. Nos duchamos y nos acercamos a la parada del bus, con la intención de dar una vuelta por Sighetu Marmatiei, a tan sólo 6km de Vadu Izei. Mientras esperamos al autobús, hacemos dedo, costumbre muy extendida en este país y enseguida se detiene junto a nosotros un destartalado Land Rover que se ofrece a hacer de taxi; otro lugareño se nos une y allá que nos vamos. El interior lo tiene preparado para llevar gente, a juzgar por el tapizado, bastante ajado ya, que cubre los asientos. Llegamos al destino, nuestro compañero de viaje le alcanza un billete de 10.000 lei y nosotros hacemos lo mismo (nos ha sacado de un aprieto, porque no teníamos ni idea de cuánto darle). Nos hemos apeado en el centro de esta tranquila población. La tarde está soleada, apropiada para pasear sin rumbo y a eso de las 19:30, decidimos regresar a casa. El autobús difícilmente pasaría la ITV. El ambiente en el interior del autobús es entrañable, de gentes sencillas. Ya en Vadu Izei un breve paseo nos lleva hasta casa, donde nos esperan con la cena preparada: mesa para dos, con copita de tuica. María la ha preparado y Nicolae la sirve, con mucha amabilidad; incluso nos pone música local, de fondo. |
Ha quedado un bonito atardecer y tenemos la esperanza de que acabe de una vez ya esta maldición que nos persigue en forma de aguaceros. En la TV, siguen las noticias en torno a las inundaciones y las previsiones para mañana tampoco son buenas. Veremos.
MIÉRCOLES 4/08
14ª ETAPA: VADU IZEI – POIENILE IZEI
(44km/2h 30min)
Euri handia izan ez arren, eguneroko “gurutze” dugu. Lehenengo kontaktua monastegi errumaniatarrekin, geldialditxoa egin dugu Barsana monastegian, gona jantzita kulotea kubritzeko Ostean, errepide lasaia eta eder batek Poenile Izei herrian utzi gaitu, mendixka, baso eta larre berri paisaia atzean utzi ondoren. Nicolaeren abegi on patxadatsutik, Domnitaren abegi on berritsura egin dugu salto. Oso sukaldari fina ere, bada, Domnita. Afariaren tamaina ikusita, goseak egotearen itxura omen dugu.
Está lloviendo cuando nos levantamos. Desayunamos tranquilamente y nos acercamos después a turismo en busca de información sobre alojamientos en el valle. La amable chica nos da tres direcciones, en Botiza, en Ieud y en Poienile Izei, recomendándonos éste último. De vuelta a casa tenemos que refugiarnos de la lluvia. Hablamos con Nicolau de Rumanía y nos cuenta que su mujer es médico y él, ingeniero especializado en la madera, que trabajó para Ikea hasta que le pidieron que se trasladara a Bucarest. Como su mujer es de esta región, decidieron venirse a vivir aquí. Actualmente, es guía y se encarga del alojamiento (aunque la que en realidad parece que lleva el peso del negocio, es su mujer). Ella está estudiando ahora farmacia con la idea de poner una en Vadu Izei, porque la gente del pueblo tiene que desplazarse a Siguetu en busca de medicamentos, aunque es más partidaria de la medicina alternativa y los remedios naturales.
14ª ETAPA: VADU IZEI – POIENILE IZEI
(44km/2h 30min)
Euri handia izan ez arren, eguneroko “gurutze” dugu. Lehenengo kontaktua monastegi errumaniatarrekin, geldialditxoa egin dugu Barsana monastegian, gona jantzita kulotea kubritzeko Ostean, errepide lasaia eta eder batek Poenile Izei herrian utzi gaitu, mendixka, baso eta larre berri paisaia atzean utzi ondoren. Nicolaeren abegi on patxadatsutik, Domnitaren abegi on berritsura egin dugu salto. Oso sukaldari fina ere, bada, Domnita. Afariaren tamaina ikusita, goseak egotearen itxura omen dugu.
Está lloviendo cuando nos levantamos. Desayunamos tranquilamente y nos acercamos después a turismo en busca de información sobre alojamientos en el valle. La amable chica nos da tres direcciones, en Botiza, en Ieud y en Poienile Izei, recomendándonos éste último. De vuelta a casa tenemos que refugiarnos de la lluvia. Hablamos con Nicolau de Rumanía y nos cuenta que su mujer es médico y él, ingeniero especializado en la madera, que trabajó para Ikea hasta que le pidieron que se trasladara a Bucarest. Como su mujer es de esta región, decidieron venirse a vivir aquí. Actualmente, es guía y se encarga del alojamiento (aunque la que en realidad parece que lleva el peso del negocio, es su mujer). Ella está estudiando ahora farmacia con la idea de poner una en Vadu Izei, porque la gente del pueblo tiene que desplazarse a Siguetu en busca de medicamentos, aunque es más partidaria de la medicina alternativa y los remedios naturales.
Mientras charlamos, el día va levantando y nos animamos a ponernos en camino a Poienile. Para cuando salimos, el día se ha cubierto y comienza a chispear al de unos pocos kilómetros. Paramos a visitar el monasterio de Barsana, al que tenemos que entrar vistiendo unas faldas que tapen nuestros culotes. Se trata de un cuidado conjunto de iglesia (decorada con pinturas en el interior), monasterio y otras construcciones, todas ellas básicamente en madera. Alcanzamos al fin la desviación hacia Poienile Izei, adentrándonos por una preciosa carretera que nos sumerge de nuevo en un mundo de suaves colinas, bosques y campas de suculenta hierba verde y fresca (¡quién fuera vaca en estas ocasiones!). Llegamos a la casa recomendada, donde conocemos a Domnita, una mujer de simpática expresión, pero que sólo habla un poco de francés, una lástima. Nos enseña una hermosa habitación con baño y quedamos para cenar a las 8. Dos Ursus de medio litro nos anestesian para la siesta. Despertamos y damos una vuelta por el pueblo y alrededores. La iglesia, de madera, es pequeña y tiene decoradas las puertas con imágenes bíblicas. Cenamos en la cocina junto a una pareja, americana ella e inglés él, que viven en la lejana Georgia, en Sabana. Domnita nos ha preparado unas pizzas vegetarianas, berenjena frita con tomate, ensalada, sopa de verduras, albóndigas, otro tipo de carne y unas exquisitas setas para las que apenas nos queda ya sitio. Los americanos son vegetarianos y sólo comen las pizzas, que prefieren a las setas (ni idea tienen de comer); nosotros nos ponemos morados, hasta nos corta un poco la presencia de estos dos inapetentes compañeros de mesa. Para beber, tuica, vino blanco y agua con gas. Durante la tertulia nos saca también unas galletas y unos bollos con queso que sólo se anima a probar la americana, pero que envuelve en una servilleta tras darle un mordisco. Domnita no para de trajinar, interesándose contínuamente por si todo está bien. La noche está fresca y hay humedad, por lo que vamos a recoger la ropa que hemos lavado y tendido en una campa cercana. Cuando regresamos e intentamos entrar en la casa, la puerta exterior está cerrada con llave. Los americanos han cerrado, no sé de qué tiene miedo esta pareja y tenemos que levantar a Domnita de la mesa para entrar. Cuanto más les conozco, más quiero a mi perro. Con la tripa llena, nos acostamos a eso de las 11. ¿Lo podremos hacer algún día sin preocuparnos por el tiempo que nos espera al levantarnos? |
JUEVES 5/08 15ª ETAPA: POIENILE IZEI – COMPLEJO TURISTICO DE PRISLOP (74km/4h 15min) Goizean, tregoa txiki batek optimismo puntua eman digu. Domnitaren gosariaren esker, tripa ondo beteta, Maramures zonaldeko herri politena omen denera heldu gara, Ieud. Bertan, egurrezko bi tenplu. Bidea jarraituz, atzean geratu dira Sacel, Moisei eta Borsa, Prislop-en bukatzeko. Aurreko egunetako dinamika: Prislopen, Ancaraen sinpatiak Domnitarenari hartu dio txanda euriak eguzkiari antzera. Hau azkenarekin ez dugu ohitzen lortu. |
Dormimos de un tirón y el día amanece soleado, parece que no empezamos mal. Domnita nos saca unos estupendos crépes y café, nos ofrece huevos y nos saca tres, fritos, de los de yema con color intenso, sabrosos. Los contrarios, pensando que eran cocidos, les ponen cara rara, ella ni los prueba y él, se come la yema entre pan y pan. ¡Qué tíos más raros! De nuevo su inapetencia nos hace sentir incómodos, porque nosotros comemos como si ayer no hubiéramos cenado. Somos los clientes perfectos, no damos guerra y agradecemos todas las atenciones que se nos ofrecen. Preparamos las bicicletas, me doy crema, me pongo gafas y visera, optimista, nos despedimos con un par de besos de Domnita y ponemos rumbo a Ieud, el que dicen que es el pueblo más bonito de Maramures y en el que hay que visitar dos iglesias de madera, la más grande una y la más antigua (del año 1364) la otra. Nos cuesta localizar ésta última. Ambas están cerradas y hemos de conformarnos con disfrutarlas desde fuera. De nuevo en la carretera, en Sacel el cielo amenaza tormenta otra vez. En Borsa empiezan a caer las primeras gotas. Antes de empezar a subir el puerto de Prislop vemos un cartel que, hacia la derecha, nos lleva al Complejo Turístico de Prislop, con varios hoteles y pensiones. Llegamos con el tiempo justo de guarecernos bajo una iglesia de una intensa tormenta. En una de ellas nos recibe la simpática Anca. No hay opción de desayunar ni cenar, pero no nos apetece dar más vueltas; además, la sala reciclada en habitación es agradable y tiene muy bonitas vistas, a pesar de las nubes. Anca nos explica que la mayoría de los lujosos coches con matrícula italiana que estamos viendo no son de italianos, sino de rumanos que han emigrado a aquél país buscando una oportunidad y que ahora vuelven en verano para ir arreglando sus casas. En esta zona, continúa, todas las familias tienen alguno de sus miembros en Italia; ella misma tiene a su marido, a quien visita durante un mes, en septiembre u octubre, pues el resto del año tiene que atender la casa y a los huéspedes. En invierno viene bastante gente a esquiar (hay un telesilla que funciona también en verano). Merendamos un poquito, nos damos una ducha y bajamos hasta el hotel a tomar una cerveza. Las opciones para cenar son escasas, hemos de recurrir al restaurante del hotel. A la salida, disfrutamos de un bello atardecer de tonos naranjas y violetas pero, desgraciadamente, la luz es escasa para la foto. Vuelta a nuestra habitación y a la incertidumbre a la que no acabamos de acostumbrarnos. |
VIERNES 6/08
16ª ETAPA: COMPLEJO TURISTICO DE PRISLOP – CARLIBABA
(43km/2h 15min)
Benetan egun iluna izan dugu, euria egin du gelditu gabe eta gogotsu. Baina Verak –Carlibabako udaleko langilea- eta Simona alabak vuelta eman diote, etxean hartu gaituzte. Honek balio izan digu gertutik ezagutzeko ze nolako baldintzatan bizi duen jendeak Errumaniako zati handi batean, ur korronterako sarbiderik ere ez. Eta familia honena ez da egoerarik txarrena, kontuan izanik Vera udaleko langilea dela eta alaba, alemaneko irakaslea. Oso jende xarmagarria.
16ª ETAPA: COMPLEJO TURISTICO DE PRISLOP – CARLIBABA
(43km/2h 15min)
Benetan egun iluna izan dugu, euria egin du gelditu gabe eta gogotsu. Baina Verak –Carlibabako udaleko langilea- eta Simona alabak vuelta eman diote, etxean hartu gaituzte. Honek balio izan digu gertutik ezagutzeko ze nolako baldintzatan bizi duen jendeak Errumaniako zati handi batean, ur korronterako sarbiderik ere ez. Eta familia honena ez da egoerarik txarrena, kontuan izanik Vera udaleko langilea dela eta alaba, alemaneko irakaslea. Oso jende xarmagarria.
No ha llovido durante la noche, pero el cielo está cubierto cuando nos despertamos. Una hora más tarde pedaleamos ya en las primeras rampas de Prislop y no nos dura la alegría ni tres kilómetros, resguardándonos malamente bajo unas hayas. Dudamos entre seguir o dar media vuelta, pero nos decidimos por la primera opción. Mientras Javi hace una foto, yo sigo para adelante. De pronto, oigo ladridos de un mastín, que se acerca hacia mí; se unen a él otros dos grandes perros más y los tres me acosan, enseñándome sus grandes dientes. Con la descarga de adrenalina, pedaleo a tope cuesta arriba, pero uno de ellos me sigue así que, cuando ya no puedo más, pego un grito con todas mis fuerzas que le hace detenerse, al fin. Estoy jadeando y el corazón me late a tope. Es, sin duda, el peor momento de este viaje sin sol. Espero a Javi y al poco aparece; a él le han salido dos, pero ha tenido más suerte y se han desentendido antes. Hacemos la subida a buen ritmo, pues el cielo está amenazante, pero cerca del final, descarga con fuerza y hemos de buscar refugio que encontramos en un pequeño cobertizo junto a una gran casa que resulta ser el refugio que viene marcado en el mapa. Está cerrado a cal y canto y sin ningún indicio de que se vaya a abrir. Sólo nos queda esperar a que escampe para seguir camino. Permanecemos aquí durante quizás hora y media y aprovechando un breve intervalo sin agua, abandonamos el refugio. Apenas 500 metros más adelante, encontramos un pequeño bar, en el alto. La estufa de leña está encendida. Al otro lado del puerto, el aspecto es desolador, las nubes lo cubren todo. Preguntamos por el autobús, pero ha pasado a las 8:30. La posibilidad de alojamiento más cercana está en Carlibaba, a unos 30km de aquí. Hacemos una intentona de salir, pero la lluvia arrecia. Un buen rato más tarde nos aventuramos en el descenso, con frío, pero el agua nos respeta e incluso brilla un débil resolillo que consigue secarnos los impermeables, pero no los pies, empapados. Cruzamos campamentos de gitanos que nos observan desde sus tiendas de campaña levantadas a base de madera y plástico; parecen zíngaros y echadoras de cartas. Otra vez a buen ritmo llegamos a Carlibaba donde, en un alto, vemos un edificio con banderas que bien podría ser el hotel del que nos han hablado en el bar. Comienza a llover de nuevo intensamente y nos resguardamos en una parada de autobús. No acaban aquí nuestros males, una mujer nos dice que no hay alojamiento en Carlibaba ni en las cercanías, quizás en Iacobeni, a 25km de aquí, demasiado lejos con este tiempo. Javi se acerca al ayuntamiento, a ver qué le cuentan y sorpresa, una amable funcionaria se ofrece a acogernos en su casa. |
Vera se llama nuestra anfitriona y su hija, profesora de alemán, Simona quien nos habla en un fluido alemán que no entendemos ni un poco, como es lógico. Nos acompañan a una habitación con una cama y dos sofás cubiertos con mantas, una vieja mesa de formica y algún otro adorno, todo ello bastante viejo, pero acogedor. Hemos tenido que limpiar las alforjas antes de entrar, porque estaban bastante sucias de barro. Ha dejado de llover y el sol se deja ver entre grandes claros.
Simona nos ha traído una bandeja con tomate, queso y pimiento verde, además de un gran café y pan, que no falte; y todo ello aderezado con una gran sonrisa. Acabado el aperitivo, le bajamos los cacharros y nos recibe a la entrada de una sala, una más de la casa, porque no hemos visto que haya cocina. De hecho, la nevera está enchufada en el pequeño vestíbulo de entrada. Simona nos acompaña al baño, en el exterior, que no es sino una letrina, eso sí, con asiento de “escai” y las paredes cubiertas con fotos recortadas de revistas. Cometo la torpeza de preguntarle por la ducha, pero no tienen, no hay agua corriente en la casa y recurren a la que sacan de un pozo. Caemos entonces en la cuenta de que en todas las casas de esta zona hemos visto pozos y una pequeña caseta en el jardín y queninguna de las dos cosas tiene un cometido decorativo, sino completamente funcional. Parece increíble, en pleno siglo XXI. No nos queda más remedio que hacernos la toilette con toallitas húmedas. Aprovechando el sol, decido lavar el culotte con el agua de la cañería que baja del tejado. Vera, que no deja de repetir mi nombre, me indica un lugar al sol para colgarlo. Es una mujer muy agradable.
Acabadas las tareas domésticas, salimos a pasear y a tomar una cerveza y en busca de un lugar para cenar. La oferta de restaurantes no es muy amplia y en el único que encontramos, nos introducen en el “saloon”, como anuncia el cartel de la entrada. En dos de las mesas, grupos de jóvenes fumando y bebiendo. La camarera nos acerca el menú, que es el habitual, con la salvedad de que hoy, de “garniture”, sólo hay patatas fritas (¿y qué hay otras veces?). Nos decidimos por la ensalada de berza, más rica de lo habitual, pechuga de pollo rebozada y chuleta de cerdo. Con el estómago lleno, nos retiramos a casa, donde vemos a Vera, que saluda, en la ventana.
Nos acostamos a las 9 de la noche, más temprano que nunca. Pocos kilómetros hemos andado, pero la lluvia y el frío nos han dejado agotados. Dormimos en los sacos, a pesar de que nos han dejado unas sábanas, pues no podemos olvidar que lavan la ropa a mano, en el río.
Simona nos ha traído una bandeja con tomate, queso y pimiento verde, además de un gran café y pan, que no falte; y todo ello aderezado con una gran sonrisa. Acabado el aperitivo, le bajamos los cacharros y nos recibe a la entrada de una sala, una más de la casa, porque no hemos visto que haya cocina. De hecho, la nevera está enchufada en el pequeño vestíbulo de entrada. Simona nos acompaña al baño, en el exterior, que no es sino una letrina, eso sí, con asiento de “escai” y las paredes cubiertas con fotos recortadas de revistas. Cometo la torpeza de preguntarle por la ducha, pero no tienen, no hay agua corriente en la casa y recurren a la que sacan de un pozo. Caemos entonces en la cuenta de que en todas las casas de esta zona hemos visto pozos y una pequeña caseta en el jardín y queninguna de las dos cosas tiene un cometido decorativo, sino completamente funcional. Parece increíble, en pleno siglo XXI. No nos queda más remedio que hacernos la toilette con toallitas húmedas. Aprovechando el sol, decido lavar el culotte con el agua de la cañería que baja del tejado. Vera, que no deja de repetir mi nombre, me indica un lugar al sol para colgarlo. Es una mujer muy agradable.
Acabadas las tareas domésticas, salimos a pasear y a tomar una cerveza y en busca de un lugar para cenar. La oferta de restaurantes no es muy amplia y en el único que encontramos, nos introducen en el “saloon”, como anuncia el cartel de la entrada. En dos de las mesas, grupos de jóvenes fumando y bebiendo. La camarera nos acerca el menú, que es el habitual, con la salvedad de que hoy, de “garniture”, sólo hay patatas fritas (¿y qué hay otras veces?). Nos decidimos por la ensalada de berza, más rica de lo habitual, pechuga de pollo rebozada y chuleta de cerdo. Con el estómago lleno, nos retiramos a casa, donde vemos a Vera, que saluda, en la ventana.
Nos acostamos a las 9 de la noche, más temprano que nunca. Pocos kilómetros hemos andado, pero la lluvia y el frío nos han dejado agotados. Dormimos en los sacos, a pesar de que nos han dejado unas sábanas, pues no podemos olvidar que lavan la ropa a mano, en el río.
SABADO 7/08
17ª ETAPA: CARLIBABA – VAMA
(66km/3h 10min)
Euriak egun batere parkatu ez arren, bagoaz aurrera, beti topatzen dugu aterperen bat. Ezaguna egiten zaigu gaurko paisaia, pinu landaketak eta arraseko mosketak, baina eguraldiak atseden txiki bat eman digu. Vamarako bidean hainbat ostatu ikusi ditugu Ciocanestin, 10km eskasera, eta Mestecânis mendatearen gainean. Vamako ostatu atseginean esan digute eguraldiak hoberantz egingo duela asteartetik aurrera,… zain gaude, maiatzeko ura bezala. Tira, agian ez.
17ª ETAPA: CARLIBABA – VAMA
(66km/3h 10min)
Euriak egun batere parkatu ez arren, bagoaz aurrera, beti topatzen dugu aterperen bat. Ezaguna egiten zaigu gaurko paisaia, pinu landaketak eta arraseko mosketak, baina eguraldiak atseden txiki bat eman digu. Vamarako bidean hainbat ostatu ikusi ditugu Ciocanestin, 10km eskasera, eta Mestecânis mendatearen gainean. Vamako ostatu atseginean esan digute eguraldiak hoberantz egingo duela asteartetik aurrera,… zain gaude, maiatzeko ura bezala. Tira, agian ez.
Nos levantamos hacia las 7:30, hace sol y en su compañía tomamos el café que nos ha sacado Vera. Tenemos ya el equipaje preparado y le preguntamos cuánto le pagamos. Nos responde encogiéndose de hombros y le damos un billete de 500.000 lei. ¿Es suficiente? Parece que sí, nos lo agradece, pero nosotros también tenemos que agradecerle su amabilidad. Le damos dos besos y nos vamos.
Salimos mirando al cielo, como siempre, esperando las primeras gotas de lluvia. Al de unos 15km, atravesamos Ciocanesti, un pueblo con alojamientos a uno y otro lado de la carretera, del que nadie nos había hablado. De haberlo sabido, quizás hubiéramos seguido hasta aquí ayer, pero no hubiésemos conocido a Vera ni cómo es una casa rumana por dentro. El cielo se va cubriendo, pero parece que aguantará un rato más. Decidimos pasar Iacobeni, de esta manera dejaremos atrás el puerto de Mestecânis (1096 metros), que el agua se soporta peor en las alturas. No es una subida dura, pero Javi tiene problemas con los piñones, no le cambian (afortunadamente, comienzan a funcionar como antes lo habían dejado de hacer, sin previo aviso). Las vistas nos recuerdan paisajes que nos son cercanos, con amplias plantaciones de pinos alternadas con zonas taladas a matarrasa. Seguimos hacia Campulung Moldovenesc, donde se desata una fuerte tromba de agua que nos obliga a refugiarnos bajo un alero por espacio de algo más de una hora. Cuando retomamos la marcha, la carretera está aún muy mojada, pero no podemos entretenernos demasiado.
A buen ritmo llegamos a Vama, uno más de tantos pueblos largos y sin encanto que vamos atravesando. Acompañados por un matrimonio ya mayor que forma parte de la “retea” llegamos hasta un alojamiento. La habitación que nos ha enseñado está bien y tenemos a nuestra disposición una terraza donde colgar la ropa de la colada, porque el tiempo no está para dejarla sin cubrir. Picamos algo, nos duchamos y aprovechando que ha escampado, salimos a tomar una cervecita. Hemos quedado para cenar a las 8.
De regreso, han dispuesto la mesa en la salita: una rica sopa de pollo con nata, pollo de granja con puré de patatas y unos tomates; de postre, un gran tazón de arándanos con azúcar. Tras la cena, nos visita el hijo, quien se interesa por nuestros planes para los próximos días. Al parecer, hay un tramo en bastante mal estado en la carretera a Sucevita y nos recomienda otro camino, pero salen más kilómetros. En Sucevita hay posibilidad de dormir, así que mantenemos nuestro itinerario de 65km para seguir después hacia Vatra Dornei, aún a sabiendas de que será una etapa dura. Al parecer anuncian una mejoría del tiempo hacia el martes, un día más tarde de lo que habíamos oído, pero bienvenida será, venga cuando venga. En cuanto a la zona de Gheorgheni y del lago, es montañosa y fresca.
Recogemos la ropa del exterior, porque hay bastante humedad y montamos el tenderete en la habitación, entre el armario y la ventana. Con la luz de una lámpara de mesa que funciona a base de golpecitos, con un tapiz de “seda china” de los que ya no se ven de fondo, completo un poco este diario, pero poco pasa el reloj de las nueve cuando planchamos la oreja.
Salimos mirando al cielo, como siempre, esperando las primeras gotas de lluvia. Al de unos 15km, atravesamos Ciocanesti, un pueblo con alojamientos a uno y otro lado de la carretera, del que nadie nos había hablado. De haberlo sabido, quizás hubiéramos seguido hasta aquí ayer, pero no hubiésemos conocido a Vera ni cómo es una casa rumana por dentro. El cielo se va cubriendo, pero parece que aguantará un rato más. Decidimos pasar Iacobeni, de esta manera dejaremos atrás el puerto de Mestecânis (1096 metros), que el agua se soporta peor en las alturas. No es una subida dura, pero Javi tiene problemas con los piñones, no le cambian (afortunadamente, comienzan a funcionar como antes lo habían dejado de hacer, sin previo aviso). Las vistas nos recuerdan paisajes que nos son cercanos, con amplias plantaciones de pinos alternadas con zonas taladas a matarrasa. Seguimos hacia Campulung Moldovenesc, donde se desata una fuerte tromba de agua que nos obliga a refugiarnos bajo un alero por espacio de algo más de una hora. Cuando retomamos la marcha, la carretera está aún muy mojada, pero no podemos entretenernos demasiado.
A buen ritmo llegamos a Vama, uno más de tantos pueblos largos y sin encanto que vamos atravesando. Acompañados por un matrimonio ya mayor que forma parte de la “retea” llegamos hasta un alojamiento. La habitación que nos ha enseñado está bien y tenemos a nuestra disposición una terraza donde colgar la ropa de la colada, porque el tiempo no está para dejarla sin cubrir. Picamos algo, nos duchamos y aprovechando que ha escampado, salimos a tomar una cervecita. Hemos quedado para cenar a las 8.
De regreso, han dispuesto la mesa en la salita: una rica sopa de pollo con nata, pollo de granja con puré de patatas y unos tomates; de postre, un gran tazón de arándanos con azúcar. Tras la cena, nos visita el hijo, quien se interesa por nuestros planes para los próximos días. Al parecer, hay un tramo en bastante mal estado en la carretera a Sucevita y nos recomienda otro camino, pero salen más kilómetros. En Sucevita hay posibilidad de dormir, así que mantenemos nuestro itinerario de 65km para seguir después hacia Vatra Dornei, aún a sabiendas de que será una etapa dura. Al parecer anuncian una mejoría del tiempo hacia el martes, un día más tarde de lo que habíamos oído, pero bienvenida será, venga cuando venga. En cuanto a la zona de Gheorgheni y del lago, es montañosa y fresca.
Recogemos la ropa del exterior, porque hay bastante humedad y montamos el tenderete en la habitación, entre el armario y la ventana. Con la luz de una lámpara de mesa que funciona a base de golpecitos, con un tapiz de “seda china” de los que ya no se ven de fondo, completo un poco este diario, pero poco pasa el reloj de las nueve cuando planchamos la oreja.