VIERNES 13/08
BRASOV
Hiri baten ohiko turismo eguna, eguzkipean gaur ere.
BRASOV
Hiri baten ohiko turismo eguna, eguzkipean gaur ere.
Amanece un día soleado y de temperatura agradable. Visitamos la ciudad, salvamos los 300 metros hasta el mirador de la Timpa atravesando un precioso hayedo. Desde arriba hay una magnífica panorámica de la ciudad, del casco antiguo sobre todo, especialmente bonito. Distinguimos también la carretera que asciende a la estación de esquí de Poiana Brasov. Llegamos a un barrio alto de Brasov y desde allí, recorremos algunas de las torres que aún quedan en la muralla de la ciudad, no sin antes tomar una cervecita. Cansados de tanto turismo, volvemos al apartamento en busca de una ducha y salimos a cenar a un restaurante italiano que nos han recomendado. Tras la cena, es temprano aún. Desde una terraza observamos el desfile de jóvenes que sacan de paseo su moderno “look” y sus marcas bien a la vista. La marca pija oficial rumana, es Puma; se ve que las demás son más complicadas de conseguir. Ellas lucen bronceado de cabina y ellos gomina y cadenas de oro. Aburridos, nos retiramos y vemos un poco del desfile inaugural de las Olimpiadas. Otro espectáculo. |
SABADO 14/08
BRASOV - BUCAREST
Ia-ia urte bete pasa da nire egunkaria idazteari utzi nionetik, amaitu gabe, beti egiten dut gauza bera, ez dakit bidaiaren amaierak eragin nauen utzikeriagatik ote den, edo azkeneko tramiteak ez direla bidaiaren parte dirudi, besterik ez. Hain tarte luzea igaro arren, Bukaresten sartzean izan nuen ziurtasun-ezaren zirrara daukat buruan oraindik. Lege barik hiri batean sartzea bezala izan zen, hezi erdi eraitsiak, herdoilduak, aldamioek egitura zaharrak eutsi ezinik eta, batez ere, baliabide gabeko edota desgaitasun duten pertsonak kalean, eske. Txartel moduan, txarragoa, zaila.
BRASOV - BUCAREST
Ia-ia urte bete pasa da nire egunkaria idazteari utzi nionetik, amaitu gabe, beti egiten dut gauza bera, ez dakit bidaiaren amaierak eragin nauen utzikeriagatik ote den, edo azkeneko tramiteak ez direla bidaiaren parte dirudi, besterik ez. Hain tarte luzea igaro arren, Bukaresten sartzean izan nuen ziurtasun-ezaren zirrara daukat buruan oraindik. Lege barik hiri batean sartzea bezala izan zen, hezi erdi eraitsiak, herdoilduak, aldamioek egitura zaharrak eutsi ezinik eta, batez ere, baliabide gabeko edota desgaitasun duten pertsonak kalean, eske. Txartel moduan, txarragoa, zaila.
Alrededor de las 11 viene Livia en busca de las llaves, nos da una tarjeta pidiéndonos que si volvemos, contactemos directamente con ella, porque los intermediarios se quedan nada más y nada menos que con el 50% del alquiler. El día está gris. Llegamos a la estación sin problemas, sacamos el billete hasta un pueblo cercano a Otopeni. En el vagón, como siempre, el pica nos cobra por las bicicletas, 50.000lei, un precio muy razonable. El tren es largo y viejo, algunos vagones tienen dos pisos, cutre el superior y cutre el inferior. El trayecto es animado. En primer lugar se nos acerca un joven, hijo de padre turco y madre rumana, que le da un poco al frasco pero que es extremadamente generoso con lo poco que tiene: en una breve parada del tren, baja a la carrera a comprar una coca-cola light que nos regala. Nos deja de piedra. El segundo compañero de viaje es un simpático chaval que vende grosellas y moras. Le encantan nuestras bicicletas, él tiene una, pero sólo con dos catalinas y cinco piñones. Completan los personajes de este singular viaje, algunos vendedores de pipas de calabaza. Durante todo el viaje entran en el vagón fuertes olores de las fábricas, especialmente al acercarnos a Sinaia. Ya en Bucarest, según abandonamos la vieja estación, rápidamente damos con el hotel que menciona la guía. El recepcionista es bastante desagradable, pero el precio es razonable y la habitación no está mal, a pesar del olor a tabaco. Tras acomodarnos y la ducha de rigor, salimos a pasear por una ciudad tranquila que nos sorprende gratamente. Los edificios pensados por Ceaucescu son buena prueba de su megalomanía, es una nueva dimensión de Rumanía. El plano que llevamos es el de la guía y se nos ha quedado pequeño, nos hemos alido de él y andamos bastante despistados. Preguntamos por la Plaza Unitii a una chica en una tienda y nos responde en castellano aprendido de las telenovelas. Para ir andando queda un poco lejos, pero podemos coger un autobús en una plaza cercana. En la guía leemos que el billete se compra en algún punto indefinido, pero fuera del autobús, pero ella nos dice que nadie paga el autobús a estas horas, que no hay pica. |
Llegamos sin problema y sin billete a la Plaza Unitii. Atrás, hemos dejado el monumental edificio del Parlamento, iluminado por la dorada luz del atardecer. En cuanto a la plaza, lo menos que se puede decir de ella es que es sorprendente. Su diámetro no se abarca con la mirada, es imagen de la nueva Rumanía, con modernos edificios coronados por letreros de neón. Lo que nos interesa ahora, sin embargo, es encontrar un lugar donde comer algo, estamos hambrientos. La chica que nos acompaña nos recomienda un McDonald´s, le encantan. Nos reímos, pero no nos queda otro remedio que acabar como empezamos este viaje, comiendo en un restaurante de comida rápida, un Kentucky donde devoramos el pollo. Tenemos hambre y está rico (¿o acaso está rico porque tenemos hambre?). No me gusta que la última cena en el país sea en uno de estos sitios pero, por otro lado, me agrada el sentido cíclico que confiere a las vacaciones.
Tras la cena, cogemos un autobús sin billete, con cierto nerviosismo y nos apeamos junto al hotel. Tomamos una cerveza cerca de la estación de salida de Bucarest, mucho más moderna que la de entrada. Nos acompañan un padre algo borrachín con su hijo y un par de jóvenes que esnifan pegamento de unas pequeñas bolsas de plástico, probablemente para intentar dejar de lado las penurias de la vida que les ha tocado vivir.
Es una sensación especial acabar así la visita al país, reencontrándonos con lo que se entiende por una moderna ciudad europea, un fuerte contraste con lo que hemos estado viendo hasta esta misma mañana, cuando abandonábamos Brasov en tren. Es la nueva Rumanía, la globalizada sin restos de pasado que mira a un futuro pro-americano. Nos acostamos, la última antes de afrontar la vuelta a casa.
Tras la cena, cogemos un autobús sin billete, con cierto nerviosismo y nos apeamos junto al hotel. Tomamos una cerveza cerca de la estación de salida de Bucarest, mucho más moderna que la de entrada. Nos acompañan un padre algo borrachín con su hijo y un par de jóvenes que esnifan pegamento de unas pequeñas bolsas de plástico, probablemente para intentar dejar de lado las penurias de la vida que les ha tocado vivir.
Es una sensación especial acabar así la visita al país, reencontrándonos con lo que se entiende por una moderna ciudad europea, un fuerte contraste con lo que hemos estado viendo hasta esta misma mañana, cuando abandonábamos Brasov en tren. Es la nueva Rumanía, la globalizada sin restos de pasado que mira a un futuro pro-americano. Nos acostamos, la última antes de afrontar la vuelta a casa.
DOMINGO 15/08
BUCAREST – OTOPENI – BILBAO
Aireportura goaz, luxu bat da Bukaresten pedalei ematea biharko igande batean, lasaitasun osoz eta tenperatura atseginak lagunduta. Etorbide mortu zabaletan aurrera egin dugu, puntu txikiak bezala, soropil leun eta zuhaizti trinkoko parke handiak zeharkatuz edo alboetan utziz. Harritu egiten gaitu hiri honek. Agian merezi izango zuen egun bat gehiago bertan igarotzea.
Afortunadamente hoy es festivo, porque tenemos que recorrer varios kilómetros por autovía con arcén a veces inexistente, sucio o invadido por perros descontrolados. Esto mismo mañana lunes hubiese sido una locura. En el aeropuerto recuperamos las cajas de las bicis tras el pago de una pequeña propina. Embalamos, facturamos y sin novedades, regresamos a casa, sanos, salvos y satisfechos, aunque con membranas entre los dedos de los pies. La falta de adaptación al medio de la que hablaba un tal Darwin, a un medio húmedo y lluvioso, nos ha impedido disfrutar en su medida de este bello país.
BUCAREST – OTOPENI – BILBAO
Aireportura goaz, luxu bat da Bukaresten pedalei ematea biharko igande batean, lasaitasun osoz eta tenperatura atseginak lagunduta. Etorbide mortu zabaletan aurrera egin dugu, puntu txikiak bezala, soropil leun eta zuhaizti trinkoko parke handiak zeharkatuz edo alboetan utziz. Harritu egiten gaitu hiri honek. Agian merezi izango zuen egun bat gehiago bertan igarotzea.
Afortunadamente hoy es festivo, porque tenemos que recorrer varios kilómetros por autovía con arcén a veces inexistente, sucio o invadido por perros descontrolados. Esto mismo mañana lunes hubiese sido una locura. En el aeropuerto recuperamos las cajas de las bicis tras el pago de una pequeña propina. Embalamos, facturamos y sin novedades, regresamos a casa, sanos, salvos y satisfechos, aunque con membranas entre los dedos de los pies. La falta de adaptación al medio de la que hablaba un tal Darwin, a un medio húmedo y lluvioso, nos ha impedido disfrutar en su medida de este bello país.