MARTES 27/07
9ª ETAPA: SIBIU – MIERCUREA SIBIULUI
(67km/4h)
Egun bereziki euritsu honetan, Margiminea Sibiului eskualdean sartuko gara, menditsua eta baserri-girokoa. Euria amesgaizto bihurtuko da, saxoi herriak gaur, inoiz baino gehiago, ezerosoak sentitzen ditugu, haien murruetatik kanpo gertatzen denarekin inolako loturaik haien izango ez balute bezala. Errepideak asfaltatuta daude, trafiko handikoak batzuetan, ez horrenbeste besteetan, baina pista batetik ibiltzen amaituko dugu, lokaztuta zeharo. Zorionez, hotelean, plastikozko moduluez osaturiko horietako bat, izango dugu aukera garbitzeko txirrindulak zein alforjak ere.
9ª ETAPA: SIBIU – MIERCUREA SIBIULUI
(67km/4h)
Egun bereziki euritsu honetan, Margiminea Sibiului eskualdean sartuko gara, menditsua eta baserri-girokoa. Euria amesgaizto bihurtuko da, saxoi herriak gaur, inoiz baino gehiago, ezerosoak sentitzen ditugu, haien murruetatik kanpo gertatzen denarekin inolako loturaik haien izango ez balute bezala. Errepideak asfaltatuta daude, trafiko handikoak batzuetan, ez horrenbeste besteetan, baina pista batetik ibiltzen amaituko dugu, lokaztuta zeharo. Zorionez, hotelean, plastikozko moduluez osaturiko horietako bat, izango dugu aukera garbitzeko txirrindulak zein alforjak ere.
Nos despierta el sonido intenso de la lluvia, que se va a convertir hoy en nuestra pesadilla. Son alrededor de las 12 cuando empezamos a pedalear, rumbo al hotel Continental donde hemos de coger dirección al aeropuerto. El tráfico de camiones y coches es infernal y no hay arcén pero, afortunadamente, abandonamos esta carretera a los 10km, en Cristian, tomando otra rural, bien asfaltada, donde las carretas sustituyen a los motores.
Estamos entrando en la Marginimea Sibiului. En Saliste hay oficina de turismo, pero cerrada; compramos pan y agua. La guía dice que no hay opciones de alojamiento en esta zona, pero nada menos cierto, porque hay casas rurales en casi todos los pueblos que atravesamos. Subimos un suave puerto comenzando a llover en ese instante, por lo que continuamos hasta Rod, uno más de estos inhóspitos pueblos sajones con patios adosados a las casas, cerrados a cal y canto los unos y las otras. Parecen deshabitados, apenas unas gallinas o unos patos, además de algún perro y alguna paisana sentada, con la mirada como perdida.
De momento ha parado de llover, pero buscamos algún refugio por si acaso y nos quedamos junto a una fuente, bajo la protección de un escaso alero. Comienza de nuevo la lluvia, con más fuerza ahora y el alero apenas nos cubre a nosotros, es insuficiente para las alforjas. Pregunto a una paisana que se acerca a por agua la distancia hasta Poiana Sibiului, el próximo pueblo, y si hay alguna “pensiunea”. Son 5km solamente, pero no hay alojamiento. Permanecemos refugiados cerca de dos horas, aprovechando una breve pausa para echarnos a la carretera, ascendiendo a buen ritmo tratando de adelantarnos a la lluvia, pero no es posible.
Llegamos a Poiana Sibiului, más grande de lo que esperábamos, por lo que confiamos en que, quizás, la mujer no esté bien informada y podamos dormir aquí, pero no hay suerte. Hay que seguir 13km más, hasta Miercurea Sibiului pero, al menos, no llueve ahora. No acaban aquí nuestras penas, porque parece que el camino va a ser de pista en mal estado, a pesar de que un paisano nos ha dicho que más tarde comienza el asfalto. Salimos del pueblo atravesando un basurero, cuesta abajo, entre barro, charcos y baches; éste no puede ser el camino, pero sí, nos lo confirma el conductor de un coche con el que nos cruzamos. Cuando llegamos al siguiente pueblo, donde al fin aparece el asfalto otra vez, bicicletas y nosotros, estamos cubiertos de arenilla y barro. De nuevo llueve, pero hay asfalto ahora, salimos a la carretera general. Volvemos al miedo, pues al agua se unen la inexistencia de arcén y el intenso tráfico, pero en un restaurante nos dicen que hay un hotel a sólo 6km, el único de los alrededores.
Estamos entrando en la Marginimea Sibiului. En Saliste hay oficina de turismo, pero cerrada; compramos pan y agua. La guía dice que no hay opciones de alojamiento en esta zona, pero nada menos cierto, porque hay casas rurales en casi todos los pueblos que atravesamos. Subimos un suave puerto comenzando a llover en ese instante, por lo que continuamos hasta Rod, uno más de estos inhóspitos pueblos sajones con patios adosados a las casas, cerrados a cal y canto los unos y las otras. Parecen deshabitados, apenas unas gallinas o unos patos, además de algún perro y alguna paisana sentada, con la mirada como perdida.
De momento ha parado de llover, pero buscamos algún refugio por si acaso y nos quedamos junto a una fuente, bajo la protección de un escaso alero. Comienza de nuevo la lluvia, con más fuerza ahora y el alero apenas nos cubre a nosotros, es insuficiente para las alforjas. Pregunto a una paisana que se acerca a por agua la distancia hasta Poiana Sibiului, el próximo pueblo, y si hay alguna “pensiunea”. Son 5km solamente, pero no hay alojamiento. Permanecemos refugiados cerca de dos horas, aprovechando una breve pausa para echarnos a la carretera, ascendiendo a buen ritmo tratando de adelantarnos a la lluvia, pero no es posible.
Llegamos a Poiana Sibiului, más grande de lo que esperábamos, por lo que confiamos en que, quizás, la mujer no esté bien informada y podamos dormir aquí, pero no hay suerte. Hay que seguir 13km más, hasta Miercurea Sibiului pero, al menos, no llueve ahora. No acaban aquí nuestras penas, porque parece que el camino va a ser de pista en mal estado, a pesar de que un paisano nos ha dicho que más tarde comienza el asfalto. Salimos del pueblo atravesando un basurero, cuesta abajo, entre barro, charcos y baches; éste no puede ser el camino, pero sí, nos lo confirma el conductor de un coche con el que nos cruzamos. Cuando llegamos al siguiente pueblo, donde al fin aparece el asfalto otra vez, bicicletas y nosotros, estamos cubiertos de arenilla y barro. De nuevo llueve, pero hay asfalto ahora, salimos a la carretera general. Volvemos al miedo, pues al agua se unen la inexistencia de arcén y el intenso tráfico, pero en un restaurante nos dicen que hay un hotel a sólo 6km, el único de los alrededores.
Una breve contrarreloj nos lleva hasta el Confort Hotel, un motel de carretera bastante nuevo. Cogemos habitación y garaje para las bicicletas. Aprovechamos un grifo en la calle para lavar bicicletas, cubre alforjas y zapatillas, dejando todo ello a secar, colgado, en el garaje. En chancletas, subimos a nuestra habitación, de pladur como todo el hotel. El amable chico de recepción nos busca información sobre el tiempo en internet y también los horarios de trenes a Alba Iulia porque, decididamente, no tenemos intención de seguir pedaleando por esta carretera. Llueve sin parar, rayos y truenos se suceden, pero estamos a salvo de ellos. Lavamos algo de ropa y estamos tan cansados que, a pesar de que hay un restaurante a escasos 200m del hotel, nos cocinamos la cena en la habitación. Sigue la tormenta, tenemos la ventana abierta y oímos los camiones que circulan incesantemente por la carretera. En la TV no acabamos de ver los pronósticos del tiempo, así que habrá que esperar a mañana para decidir qué es lo que hacemos. |
MIERCOLES 28/07
MIERCUREA SIBIULUI
Eguraldi kaskarrak luzatu du egun batez egonaldia hotelean. Uholdeak omen daude Errumania osoan.
Sigue lloviendo por la mañana, pese a lo cual preparamos las alforjas con la intención de coger el tren. Para ir a desayunar, tenemos que pedir prestado un paraguas en recepción. Desayuno oficial rumano y vuelta al hotel, donde las previsiones del tiempo que nos facilitan de internet hacen que decidamos quedarnos hoy aquí, a la espera de que mañana mejore algo. En la TV vemos imágenes de inundaciones en Rumanía, tanto en Timisoara, como en Sibiu o Curtea de Agnes. Es una situación caótica de casas inundadas y bomberos en labores de rescate, así que dejamos pasar el tren de las 12:25.
Nos acercamos al garaje para poner un poco en condiciones las bicicletas y descubrimos que la arenilla y el agua de la pista de ayer han desgastado por completo mis zapatas traseras, lo que no han conseguido hacer cinco años de carreteras. No tenemos llaves para poner en su lugar las delanteras, así que mañana habrá que localizar un taller donde hacer la reparación. Limpiamos y engrasamos las bicicletas, porque la arena sigue incrustada a pesar de la limpieza con agua de ayer.
Por la tarde, ha vuelto a llover y hay viento racheado. En recepción, pedimos las combinaciones de trenes para llegar a Alba Iulia. Tenemos que cogerlo aquí a las 8:30 y a las 9:40 en Vintu de Jos, así que nos acostamos ansiosos por ver cómo se presenta el día de mañana.
JUEVES 29/07 10ª ETAPA: MIERCUREA SIBIULUI – (tren) - ALBA IULIA/ALBA IULIA – ZLATNA (35km/1h 50min) Egin dugu topo berriz memorian galdutako trenekin, sarbidea ia ezinezkoa horietakoekin, are gehiago zure ekipajea bizikleta bada. Eguraldia ez da egonkortzen baina, hala ere, busti gabe heldu gara Alba Iuliarako trenera. Bertatik, 35kmtako erlojupeko lasterka batean, ekaitzetik ihesi, Zlatna herrira ailegatuko gara, agian inoiz ikusi ez dugun herri gris, goibel eta itsusiena. Izugarria da herri honen gainbehera. Mendialdea, berriz, ederra eta basatia. |
Nos levantamos a las 7 y preparamos los trastos. Parece que hace tiempo que no llueve, pues la carretera está seca. El apeadero, sin cubrir, está a escasos 50m del hotel y el tren llega puntual, pero el problema se presenta para subir las bicis al tren, pues habrá cerca de un metro de altura entre el andén y el vagón. El revisor, tras consultar largo rato las tarifas, nos cobra 50.000 lei, incluidas bicicletas, suponemos. Quedamos atrapados entre dos vagones, así que vamos ayudando a subir y bajar bolsas a las señoras mayores, con serios problemas para salvar la altura de este tren rumano. En Vintu de Jos, tenemos una espera de media hora y puntualmente, un tren primo hermano del anterior, pone a prueba de nuevo nuestras fuerzas. Alba Iulia es la primera parada y en el tablón de destinos vemos que hay un tren a Zlatna que sale a las 16:15 y llega allá a las 17:30. Pero lo primero es localizar un taller de bicicletas y hay uno muy cerca de la estación, pero no nos venden la zapata suelta; en el centro debe haber más, así que continuamos la búsqueda. Probamos el hojaldre de “ciuperta”, con cebolla, champiñones y pimienta. No es mermelada, pero es exquisito. Toca ahora localizar las zapatas, en una tienda dirección a la “citate”. No son Shimano, pero valen. Cambiamos las de delante a atrás, ponemos las nuevas y compramos también un guardabarros. La chica del taller nos proporciona la herramienta. Pagamos 100.000 lei por todo, toallita húmeda incluida y decidimos salir pedaleando hacia Zlatna. Se han abierto claros y hace calor, así que nos aligeramos un poco de ropa. |
A medida que avanza el día, el cielo se va cargando, así que de nuevo avanzamos contra el reloj, por miedo a la tormenta. Afortunadamente, el recorrido es bastante llano y tranquilo y vamos a buen ritmo. Hacia las 15:30 podemos ver los restos de una inmensa fábrica medio desmantelada, que dan entrada a Zlatna. De nuevo la dicotomía rumana, naturaleza en estado salvaje y decadencia industrial. Avanzamos entre bloques de viviendas de la época Ceaucescu hasta dar con el Hotel Simona, una casa verde, con mesas verdes y servilletas verdes, con decoración un tanto recargada. Dejamos las bicis a un almacén maloliente y nos conducen a una habitación azul con muebles de formica, recién instalados, todo ello por 800.000, desayuno incluido.
Tras la ducha, paseamos por el pueblo. Nos han dicho que la fábrica que hemos visto desmantelada se cerró en febrero y que toda la economía giraba en torno a ella, así que aquí, como en otros pueblos, los jóvenes se ven obligados a emigrar a ciudades mayores, como Cluj Napoca, o al extranjero, a España muchos de ellos. Toda esa decadencia se observa en el pueblo. Tenemos que refugiarnos unos minutos de la tormenta que se desata y nos sentamos más tarde en una terraza a tomar una cerveza. La joven que nos atiende tiene muchas amigas trabajando en Madrid, según nos cuenta. Habla algo de castellano que ha aprendido en las telenovelas. En la TV del hotel continúan las imágenes de las inundaciones por todo el país afectando, como siempre, a los más pobres. Bajamos a cenar a un comedor en penumbra. Nos traen el menú en rumano y pedimos çiorba de burta y pollo, como es habitual. Al de una media hora nos traen una sopa con nata y guindilla verde, hecha a base de callos, picante pero rica; el segundo plato pollo, pero hígado, así que a Javi se le ha cambiado la cara, no es amigo del hígado, jugadas del idioma. La nueva camarera habla un poco de castellano también. Sus padres y su hermano están en Legazpi. Ella ha estado allí durante siete meses. Nos acostamos acompañados por un incesante movimiento de gente arriba y abajo que se prolonga casi toda la noche. Una legión de mosquitos nos pone también en movimiento, llegando a matar hasta seis de una tacada. Vaya nochecita. |
VIERNES 30/07
ZLATNA – ALBAC (en bus)
Bat-bateko plan aldaketa euriak behartuta, berriz ere. Korrika alde egin dugu Zlatnatik, euria atzetik. Autobus txiki batek Albac herrian utzi gaitu, Aurora eta Alinarin etxean. Antza, hodeia gurekin batera etorri da.
ZLATNA – ALBAC (en bus)
Bat-bateko plan aldaketa euriak behartuta, berriz ere. Korrika alde egin dugu Zlatnatik, euria atzetik. Autobus txiki batek Albac herrian utzi gaitu, Aurora eta Alinarin etxean. Antza, hodeia gurekin batera etorri da.
Me despierto a las seis y media de la mañana y veo que llueve y lo peor, sin aspecto de ir a levantar. Empiezo a darle vueltas a la cabeza y recuerdo el autobús que va de Alba Iulia a Albac, quizás la única oportunidad de salir hoy de aquí. A las 7:30 nos ponemos en movimiento, la cocinera confirma que el autobús pasa hacia las 8 y que se coge en la gasolinera. Son menos cuarto, así que salimos zumbando a preparar todo. A menos cinco ya estamos en la parada. Hacia las 8:20 llega un destartalado autobús, no demasiado grande, que nos hace albergar dudas sobre si podremos meter las bicicletas. Pregunto al chófer, con un gesto me indica la puerta trasera. Por ella, nos ayuda a cargar las bicicletas y las dejamos sobre la última fila de asientos, en equilibrio más bien inestable. Nos cobra 60 pts por las bicis y 120 por persona, pero ya estamos dentro. En el exterior, persiste la llovizna. Dentro, las cortinas echadas dejan el bus en semipenumbra, el ruido es infernal, hay goteras, pero estamos contentos de estar e él. En la estación de Abrud hace una parada de unos 10 minutos y suben cinco hombres con sus guadañas, temporeros que trabajan allá donde haya hierba que cortar. Es tiempo de siega y aquí aún se hace a mano. Hay una segunda parada en Câmpeni. Llueve intensamente. Llegamos a Albac, es un pueblo pequeño, pero animado. Ha dejado de llover. Un paisano nos acompaña a la pensión Aurora, recomendada por la “Trotamundos” según anuncia un cartel en la calle, donde Alina nos da la bienvenida. Es una preciosa casa de madera con una pérgola, un pozo y otra pequeña cabaña en la que tiene tres habitaciones más, la nuestra una de ellas, todo decorado con gusto. Dejamos las bicicletas en el garaje y vamos a dar un paseo. Tomamos un café y pensamos en las opciones que hay de continuar el viaje, si no nos toca una de las casas que sortea Ursus, en cuyo caso igual pensaríamos en establecernos en este país (aunque las etiquetas siempre dicen lo mismo, “mai incearcâ”, que será algo así como “siga jugando”). De vuelta a la pensión, Alina nos hace el plan para el día siguiente, pues parece que el tiempo va a mejorar algo: las cuevas de Scarisoara. En una hoja, nos anota y hace repetir cómo se dice en rumano si nos pueden guardar las bicicletas mientras hacemos la excursión. La cena es a las 19:30, sin hígado hoy, esperamos. Aprovechamos que se han abierto algunos claros en el cielo para dar un paseo y tomar una cerveza. Albac es un pueblo largo, situado entre la montaña y el río. El monte cercano está bastante pelado, aquí viven de la explotación forestal que se hace, como en otras muchas partes, sin mucho criterio y a matarrasa. Las casas son de madera, totalmente algunas y sólo la parte superior otras. Los tejados, son una simple chapa metálica o de uralita. A menudo la gente nos habla en rumano, sorprendiéndose cuando entienden que somos de más bien lejos. En nuestro recorrido vemos una docena o más de alojamientos rurales o pensiones. De regreso al nuestro, a la mesa una pareja de rumanos y otra de alemanes. En la cena, de entremés nos sacan calabacín empanado con salsa de ajos, sopa de pollo y carne con setas en una salsa de nata y arroz. De postre, arándanos y moras. Todo ello en una elegante vajilla. |
Parece que sea invierno, aunque la temperatura no es baja. Aunque algún día pare de llover, cosa que ahora parece improbable, hará falta mucho calor para secar esta tierra anegada.
SABADO 31/07
ALBAC
Eten gabe egin du euria gaur, bazkaltzeko erosketak egitera baino ez gara atera gelatik. Oso egun luzea, beraz. Oheratzen gara bihar eguzkia ikusteko esperantzarekin.
Javi se ha despertado a media noche y ha oído de nuevo la lluvia. Por la mañana continúa, con fuerza, sin tregua. Durante el desayuno se forman goteras sobre la mesa. La mayoría de los huéspedes van abandonando la casa a lo largo de la mañana y quedamos nosotros, unos italianos y unos franceses. Alina se ha ido de compras, así que con la ayuda de una italiana que habla castellano y francés, le pedimos a Aurora que trate de informarse del horario de tren desde Turda hasta Siguetu Marmatiei.
La familia de Soars no era como ésta. Aurora no acaba de convencernos, tiene una sonrisa falsa y parece siempre algo remisa a echar una mano. No nos han puesto toallas y ni hablar de invitarte a un cafecito; nada de interesarse por ti ni de tratar de ayudarte a solucionar los imprevistos causados por el mal tiempo. La llamada a información, parece haberla hecho a regañadientes. Es lo que hay y con ello hay que apañarse.
Llueve tanto que apenas se puede cruzar al bar de enfrente. Da miedo ver la cantidad de agua que sigue cayendo sobre una tierra ya saturada. Pedimos un paraguas para poder salir a pasear e intentar combatir el aburrimiento. El río ha subido de manera espectacular, igual que un pequeño arroyo, que baja ya a gran velocidad, arrastrando troncos y gran cantidad de botellas de plástico. Es costumbre habitual en este país, sobre todo en zonas de acampada o restaurantes, acumular basura en unos grandes contenedores metálicos, donde más tarde le dan fuego. Y la que no se quema, se esparce a los cuatro vientos. Para muestra, el arroyo de Albac.
Son las 19:30, hora de la cena y sigue lloviendo, para nuestra desesperación. Hay que reconocer que las cenas de Aurora son bastante mejores que su falsa sonrisa que parece decir “lei, lei” a todas horas. Hoy toca una exquisita crema de berenjenas, una sopa pasable y revuelto de setas, acompañado de mamariga. Vamos a dormir con la esperanza de que mañana, por fin, salga un buen día.
ALBAC
Eten gabe egin du euria gaur, bazkaltzeko erosketak egitera baino ez gara atera gelatik. Oso egun luzea, beraz. Oheratzen gara bihar eguzkia ikusteko esperantzarekin.
Javi se ha despertado a media noche y ha oído de nuevo la lluvia. Por la mañana continúa, con fuerza, sin tregua. Durante el desayuno se forman goteras sobre la mesa. La mayoría de los huéspedes van abandonando la casa a lo largo de la mañana y quedamos nosotros, unos italianos y unos franceses. Alina se ha ido de compras, así que con la ayuda de una italiana que habla castellano y francés, le pedimos a Aurora que trate de informarse del horario de tren desde Turda hasta Siguetu Marmatiei.
La familia de Soars no era como ésta. Aurora no acaba de convencernos, tiene una sonrisa falsa y parece siempre algo remisa a echar una mano. No nos han puesto toallas y ni hablar de invitarte a un cafecito; nada de interesarse por ti ni de tratar de ayudarte a solucionar los imprevistos causados por el mal tiempo. La llamada a información, parece haberla hecho a regañadientes. Es lo que hay y con ello hay que apañarse.
Llueve tanto que apenas se puede cruzar al bar de enfrente. Da miedo ver la cantidad de agua que sigue cayendo sobre una tierra ya saturada. Pedimos un paraguas para poder salir a pasear e intentar combatir el aburrimiento. El río ha subido de manera espectacular, igual que un pequeño arroyo, que baja ya a gran velocidad, arrastrando troncos y gran cantidad de botellas de plástico. Es costumbre habitual en este país, sobre todo en zonas de acampada o restaurantes, acumular basura en unos grandes contenedores metálicos, donde más tarde le dan fuego. Y la que no se quema, se esparce a los cuatro vientos. Para muestra, el arroyo de Albac.
Son las 19:30, hora de la cena y sigue lloviendo, para nuestra desesperación. Hay que reconocer que las cenas de Aurora son bastante mejores que su falsa sonrisa que parece decir “lei, lei” a todas horas. Hoy toca una exquisita crema de berenjenas, una sopa pasable y revuelto de setas, acompañado de mamariga. Vamos a dormir con la esperanza de que mañana, por fin, salga un buen día.
DOMINGO 1/08 11ª ETAPA: ALBAC – GUETAR DE SCARISOARA –ALBAC (42km/2h 30min) Lortu dugu azkenik gelatik ateratzea, etapa konbinatua egiteko: joan-etorria Garda de Suseraino eta bertatik, oinez, Scarisoarako Guetararaino (haitzulo bat), Apuseni Mendietan. Oso ibilbide atsegina pago artean eta euririk gabeko eguna, begi bat bidean eta bestea zeruan eraman arren. Hemos estado escuchando la lluvia esta noche, con desesperación. Por la mañana, sin embargo, a pesar de la espesa niebla, durante el desayuno van abriéndose claros. No tenemos muy claro si salir camino de Turda, a 110km de Albac, pero el tiempo, que tampoco parece estable del todo, nos hace decidirnos por una visita a los Montes Apuseni para conocer la Guetar de Scarisoara. Son unos 17km hasta garda de Sus y nos hemos aprendido de memoria la frase de Alina: “Pot sa las biçicleta la durumnea voastra?”. Partimos con buen día, que se convierte en nubes y claros en Garda. La carretera pica hacia arriba, pero ni lo notamos. En el pueblo, tomamos una desviación a la derecha y la carretera se convierte en una pista sembrada de baches y agua. Entrando en el desfiladero de Ordancusa, el día se cubre más. La pista se empina y nos hace sudar durante 4kms, para llegar a las casas y el sendero que conduce a la gruta. Hay un coche aparcado y un par de tiendas de campaña, pero nadie con quien practicar nuestro perfecto rumano, así que dejamos las bicicletas atadas bajo el alero de una casa. Con la mochila y un par de botellines de agua, siguiendo las marcas, muy claras, nos adentramos en el hayedo. Transcurrida una hora, llegamos a una casa rural. En esta parte, las marcas no son tan claras, pero llegamos sin problemas a la gruta, en cuyo interior, al parecer, quedan los restos de un glaciar. La entrada está cerrada por una verja y un paisano nos dice que hay que pagar 50.000lei y entrar con guía. Descendemos por unas empinadas escaleras y la temperatura parece que lo hace con nosotros, peldaño a peldaño, llegando a cero grados abajo (menos mal que hemos cogido algo de ropa de abrigo). La visita se limita a un paseo de unos diez minutos por unas resbaladizas pasarelas sobre los restos de un glaciar, con hielo de no sé cuántos cientos o miles de años. Subimos, seguidos por la sofocante respiración de las visitas y nos sentamos un rato al sol, para entrar en calor. Toca ya la vuelta. Al pasar junto a la casa rural estamos tentados de parar, pero el cielo está tomando un aspecto preocupante. Cogemos carrerilla y como es habitual en nosotros, a pesar de estar en el país de las marcas, perdemos el camino. Un simpático lugareño nos acompaña hasta las marcas de alabastro. Recuperado el camino, llegamos junto a las bicicletas. La vuelta a casa es rápida, pues ahora vamos cuesta abajo. Allí, aprovechamos la tarde para limpiar las bicicletas. Hay varias parejas nuevas hoy en la cena. Nos acostamos, pensando nerviosos en qué día saldrá mañana. |