MIÉRCOLES 19/03 4ª ETAPA: cruce hacia MOULAY BOUAZZA – EL HARCHA (55km/4h 50min) Dormimos como marmotas, lo cual no impide que tengamos todo preparado ya para cuando llega el “Alí” de ayer tarde. Él es quien se percata de que hemos pinchado y quien supervisa la reparación. Nos despedimos y emprendemos camino que, al de dos kilómetros escasos, nos lleva a la escuela de la que nos han hablado. Fuera, nos recibe amablemente el maestro, que habla un poco de castellano. Le pedimos agua y alguna indicación: el pueblo más cercano, está a 30 ó 40km, aunque a tan sólo 12km encontraremos una aldea, Et-Tnine, punto a partir del cual la carretera parece que empeora. Nos recomiendan ir por Moulay-Bouazzza, pero nosotros mantenemos la idea de ir por las montañas. Antes de despedirnos, aparece “Fátima” con su burro cargado de garrafas con agua algo turbia y aprovechamos para llenar los botellines, a los que añadimos unas pastillas potabilizadoras, por si acaso. Iniciamos la subida con unas vistas increíbles. Lo peor, la pelea diaria a pedradas con los perros (más ladradores que mordedores) que nos salen al paso de cinco en cinco (Javi fue quien, en Bilbao, dejó el ahuyenta perros, porque “no hay perros en Marruecos”). Con el ajetreo, pierdo la herradura que llevaba conmigo desde Ben Slimane, pero no tengo intención de dar marcha atrás. Llegamos a Et-Tnine y al fin, tenemos cobertura. Un mensaje de ama me dice que hoy le dan los resultados. Et-Tnine es, efectivamente, poco más que una aldea con media docena de casas alrededor de una plaza sin pavimentar pero, sorpresa, tiene tienda donde compramos galletas y agua. Aprovechamos el “txaitoki” contiguo para tomar un té. Cinco hombres juegan a las cartas y la paz finaliza cuando los chavales salen de la escuela, convirtiéndonos en el centro de atención. Aún así, es gente maja. Abandonamos el pueblo hacia las 12:30, tenemos aún unos 35km hasta Sidi-Abbou y aunque en 15km no hay asfalto debido a las obras, el paisaje es tan bonito que nada importa. Además, exceptuando los primeros 10km y los últimos 5 de la etapa, el resto ha sido bajar o llanear. Llegamos sin contratiempos a la carretera de Khénifra encontrando en el mismo cruce una tiendecilla donde recargamos agua para beber y para la ducha y compramos galletas y té chino (el azúcar, de regalo). Unos cinco kilómetros más adelante, nos metemos por un camino entre jaras hasta encontrar un buen lugar para acampar. La etapa de hoy no ha tenido desperdicio, es asombroso el contraste entre el color rojo de las montañas y el verde de encinas, alcornoque y fondos de valle sembrados de trigo. Hasta mañana. |
JUEVES 20/03 5ª ETAPA: EL HARCHA – OULMES (29km/20h 10min) Ha estado lloviendo esta noche y el cielo amanece encapotado, así que no son aún las 9 de la mañana cuando ya estamos en camino. Tan sólo nos separan 26km de Oulmes, pero las nubes son amenazantes, sopla el viento y hace frío, no en vano estamos a unos 1000 metros (las bicicletas son para el verano). Dejamos atrás El Harcha, que no es más que un refugio y una casa abandonada a los que el punto que le asignan en nuestro mapa les cae, evidentemente, un pelín grande. Sin embargo, un “clac” inoportuno nos obliga a detenernos: se me acaba de romper un radio, pequeño contratiempo que solucionamos rápidamente. Poco después,, paramos por un motivo bien diferente, un búho chico que se deja fotografiar tranquilamente. Hacia las 11 de la mañana estamos en Oulmes, el pueblo en el que embotellan el agua “Sidi-Ali”, la más famosa de Marruecos. Estamos helados de frío, se impone un té. El pueblo tiene mucho movimiento, los hombre pasean ataviados con sus chilabas y hay cantidad de chiringuitos en los que sirven comida. Nos informan que a unos 40km, dirección Khénifra, a pesar de que en nuestro mapa no aparezca, está Aguelmous, pueblo que nos podría servir de final de etapa. Pero las cosas se complican, comienza a llover con intensidad mientras disfrutamos de nuestro té, así que decidimos comer algo y esperar acontecimientos. Nos decidimos por un chiringuito, donde nos hacen a la brasa unos filetes cortados delante nuestro de la pieza que cuelga del tejado. La carne, al estilo marroquí, bien pasada, pero de buen sabor. La lluvia arrecia, graniza incluso y preguntamos al cocinero/carnicero si el albergue que hemos visto anunciado a la entrada del pueblo está abierto, cosa que nos confirma. Además, justo en ese instante llega el propietario en su “Kia”, con quien hablamos y que nos dice que no hay ningún problema. Perfecto, comienza a dibujarse el fin de etapa. Aprovechando un claro, montamos en las bicis, pero yo poso mal el pie en el pedal y me caigo al suelo, ante la atónita mirada de todo el pueblo. El dolor es más en el orgullo que físico. Siguiendo las indicaciones, dejamos la carretera, nos internamos por una pista de tierra y apenas a 500 metros de “casa”, se desata un chaparrón que nos hace olvidar toda precaución para evitar los charcos. El albergue es una acogedora casa del color rojo de la tierra, decorada con gusto aunque quizás algo recargada. Escogemos la habitación con baño (400 dirham), que nos vendrá al pelo para limpiar el barro acumulado en los dos últimos kilómetros. Limpios el equipaje y nosotros (el agua estaba gozosamente caliente), salimos a dar un paseo por los alrededores. De vuelta, la tarde va levantando y disfrutamos de su luz en la terraza. En las cercanías, varios rebaños de ovejas y vacas a las que sus pastores hablan sin parar. Tiene que ser dura su vida en estas tierras (estamos a más de 1200m), ¿en qué pasarán los largos días de invierno? ¿y qué pensarán de nosotros al vernos pasar en las bicicletas? El propietario del albergue me saca de estas y otras cavilaciones cuando nos sube un té con pastas a la terraza. Es un té con vistas. Ha comenzado a refrescar y nos refugiamos en el salón, junto al fuego que a duras penas gana la pelea a la leña. Hemos concertado la cena para las ocho y media y a esa hora, cuando el ambiente del salón es más acogedor, hemos de abandonarlo para sentarnos en una cristalera en la que hace un frío que pela. Aprovechamos el tembleque para cortar la carne de pavo, que acompañan con guarnición de verduras y ensalada de tomate y aguacate. No es nada del otro jueves, pero cenamos rápido para volver al calor del salón,… pero nuestro gozo en un pozo, el fuego está ya apagado. Nos metemos en la cama, que tenemos que cubrir con dos mantas. |