MARTES 16/07 BILBAO – EL BARCO DE ÁVILA Salimos de Bilbao a las 12:15 y para las 6:45 ya estamos en El Barco. El sol es amarillo y, además, calienta. Nos encanta. La tienda de campaña se monta tan rápido como se desmonta, es decir, de una patada. Cenamos ensalada, trucha y ternera de Avila. Pensando en la dura noche que se nos avecina, nos trincamos una botella de Cigales por si pudiera ayudar a conciliar el sueño. Parece que funciona. MIÉRCOLES 17/07 1ª ETAPA: EL BARCO DE ÁVILA – ALBA DE TORMES (89 km/4h 30min) Amanece un día soleado. A las 11:30 ya estamos pedaleando rumbo al Atlántico. Estamos emocionados y encantados con el sol amarillo (¿lo he dicho ya?) que luce en lo alto. Parece que las bicicletas están bien equilibradas. Es todo tan perfecto que asusta. Tan sólo el ruido del pedal rompe el silencio en dirección Becedas. Paramos a engrasarlo, pero persiste en su quejido. Dejamos la carretera de buen asfalto para adentrarnos en otra sin número, dirección Santibáñez de Béjar. Los kilómetros pasan fácilmente hasta que enfilamos la carretera dirección Guijuelo, donde empieza a picar hacia arriba con fundamento. El peor tramo ha sido al salir a la general de Salamanca. Los camiones nos menean las bicicletas, así que sólo queda pedalear a buen ritmo para poner fin a estos 22 km. Tomamos un desvío dirección La Maya. Los aspersores refrescan la sofocante tarde y a nosotros al pasar junto a ellos. Seguimos el curso del Tormes, que es el milagro de la vida en esta tierra de duros contrastes, para llegar, al fin, a Alba de Tormes. Probamos el hornazo, una especie de empanada típica de la zona. Empiezo mi guerra particular que nada tiene que ver con la isla Perejil, sino con unos aparentemente insignificantes bichos voladores que se han propuesto amargarme las vacaciones. En cuestión de segundos me llenan de picotazos y hacen que, a diferencia de Aznar, me bata en retirada y me refugie en la tienda. |
JUEVES 18/07 2ª ETAPA: ALBA DE TORMES – SARDÓN DE LOS FRAILES (92 km/4h 55min) Los Arribes (o Las Arribes, como aquí les llaman) se presentan duros por la orografía y el calor. Dejamos Alba de Tormes, dejamos el verde y pasamos al amarillo. Hemos de atravesar Salamanca, una ciudad que ha crecido mucho. El calor va apretando cuando tomamos dirección Ledesma. Tras 25 km llegamos a este bello pueblo. Nuestra intención es acampar a orillas de la presa, en lo que llaman el “reculaje” del pantano. A la altura de Villaseca de los Reyes, nos dicen que la presa está muy baja por la sequía y que quizá no llegue el agua hasta Monleras, donde teníamos intención de quedarnos. Al llegar allí nos lo confirman, así que, avituallados para la cena, nos disponemos a encontrar el famoso reculaje, lo cual hacemos en Sardón de los Frailes, siguiendo la antigua carretera. Tenemos 90km en las piernas y hemos pasado un calor que rondaría los 40º. El aire ha sido fuego por la tarde y unas nubes que ocultan el sol, se convierten en nuestras aliadas. Al fin llegamos a nuestro destino, cerquita del agua. Parece un paisaje lunar el dejado por el agua que un día cubrió estas tierras. Nos bañamos y acampados frente a ese sol hoy enemigo, nos despedimos de una dura jornada. Él, como queriendo reconciliarse, nos regala una incomparable puesta. Hace mucho calor, pero en estas tierras por la noche siempre refresca. |
VIERNES 19/07
3ª ETAPA: SARDÓN DE LOS FRAILES – VILLARINO DE LOS AIRES
(76 km/4h 20min)
Salimos dirección Fermoselle. Un paisano nos ha recomendado pasar por la presa de Almendra para evitar subir un puerto, aunque así hagamos algún kilómetro más. La presa es impresionante, aunque el nivel del agua es muy bajo. En estas tierras embalsaman todos los ríos que pillan y aquí, al pobre Tormes, lo han dejado temblando. Camino de Fermoselle, nos desviamos unos kilómetros de nuestra ruta para entrar a Fornillos y Pinilla de Fermoselle. Desde Fermoselle tras un prolongado descenso, por un camino que sale a la derecha, justo antes de pasar el puente a la salida del pueblo, el Tormes nos ofrece su frescura, que no es poco. Tras el baño, regresamos a las bicis y ¡oh, no!, la bici de Javi está pinchada. Cambiamos la cámara y para entonces ya tenemos seco hasta el pelo. El puerto se las trae, más para subirlo en frío y con las alforjas. Se puede decir que es el primero al que nos enfrentamos en estas tierras. Cuando aún no hemos coronado, de nuevo pinchazo en la bici de Javi, esta vez un parche que se ha soltado. Lo cierto es que con el peso que arrastramos y el calor de estas tierras, hasta a los parches les entra la flojera. Nuevo cambio de cámara y rezos para que podamos llegar hasta Villarino. El atardecer deja esa luz dorada que se posa sobre el paisaje, acariciadora. En un ejercicio de relevos digno del Tour, lamentando no poder disfrutar de la temperatura y sobre todo, de la luz, nos plantamos a las 9 de la noche, cansados, en Villarino de los Aires.
La chica de turismo de Fermoselle nos ha recomendado el albergue de este pueblo y merece la pena, es nuevo y tenemos a nuestra disposición una habitación con cuatro literas con sábanas, ducha y lavabo, todo ello por 7,4 euros per capita. ¡Un chollazo!
En estos pueblos hay un especial ambiente en las noches de verano. Los paisanos sacan las sillas a la calle y charlan hasta las tantas, interrumpiendo sus conversaciones sólo a nuestro paso. A estas horas ya todo el mundo sabe que dos extraterrestres han aterrizado en bicicleta.
3ª ETAPA: SARDÓN DE LOS FRAILES – VILLARINO DE LOS AIRES
(76 km/4h 20min)
Salimos dirección Fermoselle. Un paisano nos ha recomendado pasar por la presa de Almendra para evitar subir un puerto, aunque así hagamos algún kilómetro más. La presa es impresionante, aunque el nivel del agua es muy bajo. En estas tierras embalsaman todos los ríos que pillan y aquí, al pobre Tormes, lo han dejado temblando. Camino de Fermoselle, nos desviamos unos kilómetros de nuestra ruta para entrar a Fornillos y Pinilla de Fermoselle. Desde Fermoselle tras un prolongado descenso, por un camino que sale a la derecha, justo antes de pasar el puente a la salida del pueblo, el Tormes nos ofrece su frescura, que no es poco. Tras el baño, regresamos a las bicis y ¡oh, no!, la bici de Javi está pinchada. Cambiamos la cámara y para entonces ya tenemos seco hasta el pelo. El puerto se las trae, más para subirlo en frío y con las alforjas. Se puede decir que es el primero al que nos enfrentamos en estas tierras. Cuando aún no hemos coronado, de nuevo pinchazo en la bici de Javi, esta vez un parche que se ha soltado. Lo cierto es que con el peso que arrastramos y el calor de estas tierras, hasta a los parches les entra la flojera. Nuevo cambio de cámara y rezos para que podamos llegar hasta Villarino. El atardecer deja esa luz dorada que se posa sobre el paisaje, acariciadora. En un ejercicio de relevos digno del Tour, lamentando no poder disfrutar de la temperatura y sobre todo, de la luz, nos plantamos a las 9 de la noche, cansados, en Villarino de los Aires.
La chica de turismo de Fermoselle nos ha recomendado el albergue de este pueblo y merece la pena, es nuevo y tenemos a nuestra disposición una habitación con cuatro literas con sábanas, ducha y lavabo, todo ello por 7,4 euros per capita. ¡Un chollazo!
En estos pueblos hay un especial ambiente en las noches de verano. Los paisanos sacan las sillas a la calle y charlan hasta las tantas, interrumpiendo sus conversaciones sólo a nuestro paso. A estas horas ya todo el mundo sabe que dos extraterrestres han aterrizado en bicicleta.
SÁBADO 20/07 4ª ETAPA: VILLARINO DE LOS AIRES – VILVESTRE (“El Refugio”) (61km/3h 45min) Hemos salido tarde hoy. A 6 km, Pereña, parada obligada para visitar el bar “Los humos” de “Jigo, el impenitente”, amigo de una compañera de trabajo de Javi. Es la una y media y le pillamos abriendo la taberna, con ojos de recién levantado. Un tío majo el tal Jigo, vividor y pendenciero, seguramente soltero empedernido, siempre tiene una frase amable para el cliente. Nos desaconseja el Pozo de los Humos porque hace un mes que no tiene agua. Nos despedimos y vamos a ver la ermita de Pereña. Con esto de que los fieles tienen que estar próximos al cielo, siempre les da por construir las ermitas en todo lo alto. El mirador tiene impresionantes vistas sobre el Duero, así que la sudada ha merecido la pena, sin duda. De Pereña seguimos rumbo a Vilvestre, dejando atrás Masueco y Aldeadávila de la Ribera. Ya en Vilvestre, compramos la comida para el día siguiente en un pequeño comercio mientras charlamos con la paisana. Le hablamos de nuestra intención de acampar en “El Refugio” para luego subir a cenar, pero ella nos recomienda que bajemos la cena, porque hay 4 km y en cuesta (que resultarán ser casi 5 y con un desnivel p’a echarse a temblar). Seguimos un indicador y un paisano nos grita: “¡Bien os veo bajar; me gustaría veros subir!”. Nuestras sospechas comienzan a cumplirse. El “cuenta” sube por momentos, proporcionalmente al calentamiento de los frenos. El día está despejado y el sol del atardecer brilla en un cielo casi completamente azul. Javi no viene, así que paro a esperarle y veo que se acerca con la bici en la mano. ¡No es posible! ¡Ha vuelto a pinchar! Pensamos en la posibilidad de llevar la bici en la mano, pero aún queda mucho camino. Cambiamos la cámara y llegamos al refugio, donde el Duero, cual Mississippi, aparece ante nuestros ojos caudaloso como ningún otro, encajonado entre montañas cultivadas en bancales. |