JUEVES 19/04
6ª ETAPA: GUADALUPE - TRUJILLO
(85 km/4h 50min)
Abandonamos Guadalupe con una mañana fresca y un sol radiante que nos tonifica. Aún así, en lo que llevamos de viaje, poco hemos podido prescindir de la térmica (remitirse como prueba al cante del sobaquillo). Para empezar, hay que subir un poco, por el mismo camino que descendimos ayer para llegar a Guadalupe, hasta el cruce a la derecha dirección Cañamero.
En esta vuelta por etapas, a menudo crees haber tocado techo en cuanto a la belleza del paisaje y, sin embargo, cada día que pasa te encuentras con lugares más bellos, si cabe, que los anteriores. ¡Todo es posible en estas tierras extremeñas! Atravesamos la Comarca de Las Villuercas por Cañamero, Berzocana (subiendo el puerto del mismo nombre), Garciaz y Madroñera, pedaleando carreteras vírgenes de coches. Es un paisaje morado de lavanda entre encinares y quejigares que apenas estrenaban sus aterciopeladas hojas. Sobre un pedrusco en la lejanía, Javi divisa un bulto perfectamente camuflado; sacamos los prismáticos y es él, el simpático mochuelo, que nos observa atónito con sus ojos de mochuelo.
Con pena de que vaya transcurriendo nuestro itinerario, llegamos tras un descenso a una zona recreativa a la entrada de Madroñera, que aprovechamos para el avituallamiento. Ya en el pueblo, entramos a la Taberna El Capitán, en la plaza. Tan sólo restan 12km para Trujillo. La tabernera, amable, nos saca unas aceitunas, interesándose por nuestro origen y destino (la bicicleta siempre da pie a conversar con los paisanos). Y charla que te charla, va cayendo otra tapita, de queso esta vez y otra más, de fritos. Llega además una pareja de jóvenes - aún más que nosotros -, la hija de la tabernera y el novio; éste último, de Montánchez, nos hace una encendida descripción de su pueblo y la sierra que lo rodea. Entre tanto, la señora seguía empeñada en que comiéramos, “que la bicicleta desgasta mucho”. Abandonamos con pena el bar, pero contentos por encontrar gente tan maja.
Y ya estamos en Trujillo, cuna de conquistadores.
6ª ETAPA: GUADALUPE - TRUJILLO
(85 km/4h 50min)
Abandonamos Guadalupe con una mañana fresca y un sol radiante que nos tonifica. Aún así, en lo que llevamos de viaje, poco hemos podido prescindir de la térmica (remitirse como prueba al cante del sobaquillo). Para empezar, hay que subir un poco, por el mismo camino que descendimos ayer para llegar a Guadalupe, hasta el cruce a la derecha dirección Cañamero.
En esta vuelta por etapas, a menudo crees haber tocado techo en cuanto a la belleza del paisaje y, sin embargo, cada día que pasa te encuentras con lugares más bellos, si cabe, que los anteriores. ¡Todo es posible en estas tierras extremeñas! Atravesamos la Comarca de Las Villuercas por Cañamero, Berzocana (subiendo el puerto del mismo nombre), Garciaz y Madroñera, pedaleando carreteras vírgenes de coches. Es un paisaje morado de lavanda entre encinares y quejigares que apenas estrenaban sus aterciopeladas hojas. Sobre un pedrusco en la lejanía, Javi divisa un bulto perfectamente camuflado; sacamos los prismáticos y es él, el simpático mochuelo, que nos observa atónito con sus ojos de mochuelo.
Con pena de que vaya transcurriendo nuestro itinerario, llegamos tras un descenso a una zona recreativa a la entrada de Madroñera, que aprovechamos para el avituallamiento. Ya en el pueblo, entramos a la Taberna El Capitán, en la plaza. Tan sólo restan 12km para Trujillo. La tabernera, amable, nos saca unas aceitunas, interesándose por nuestro origen y destino (la bicicleta siempre da pie a conversar con los paisanos). Y charla que te charla, va cayendo otra tapita, de queso esta vez y otra más, de fritos. Llega además una pareja de jóvenes - aún más que nosotros -, la hija de la tabernera y el novio; éste último, de Montánchez, nos hace una encendida descripción de su pueblo y la sierra que lo rodea. Entre tanto, la señora seguía empeñada en que comiéramos, “que la bicicleta desgasta mucho”. Abandonamos con pena el bar, pero contentos por encontrar gente tan maja.
Y ya estamos en Trujillo, cuna de conquistadores.
VIERNES 20/04 7ª ETAPA: TRUJILLO - PLASENCIA (92 km/4h 50min) Tras el desayuno, ponemos rumbo a Plasencia, última etapa del viaje, por una carretera recién asfaltada. A lo largo de 20 km de dehesa, marcamos una media superior a los 20km/h, hasta que, bruscamente, nos encontramos con una carretera bastante bacheada, más estrecha, pero más integrada en el paisaje. Cuando la carretera es buena, aceleras involuntariamente, dejando de disfrutar del paisaje. Entre las 12 y las 12:30 ya estamos en Monfragüe, junto a Peña Falcón, hogar de la escasa cigüeña negra a la que encontramos, como siempre, posando majestuosamente ante nuestros prismáticos, ajena a todos los objetivos que la enfocan, con esos tonos esmeralda que le adornan el buche al contacto con los rayos del sol. Nos acercamos a dos ornitólogos alemanes “armados” de objetivos de 600mm conectados a cámaras de vídeo o a impresionantes cámaras de fotos, con la buena suerte de que el propietario del telescopio Nikon nos ha ofrecido sus servicios: “aquí el nido de cigüeña negra, sobre esas peñas el milano negro, ahí mismo el roquero solitario”. ¡Qué más se puede pedir! Continuamos hasta Villareal de San Carlos. La mañana estaba más que fresca, hasta el punto de agradecerse las subidas con tal de no hacer frente al frío de las bajadas. En el pueblo nos comemos un bocata y pedimos información en el Centro de Interpretación del parque sobre las posibilidades de visita, habida cuenta de que tan sólo quedan ya 25km hasta Plasencia y que aún disponemos de 2 ó 3 horas. Vista ya la cigüeña negra, hay que intentarlo con el buitre negro y la imperial, así que hacemos caso a la amable chica del Centro de Interpretación y nos acercamos hasta el “Mirador de la Báscula”, desde donde, al parecer, se pueden observar nidos del moreno buitre. Son otros 14 km, entre la ida y la vuelta, así que hacia allá que nos vamos. No hay suerte, pero había que intentarlo. De nuevo en ruta, tras unos 25km, divisamos Plasencia y su catedral. La entrada a la ciudad nos devuelve al mundanal bullicio. El autobús sale a las 8:45, así que nos retiramos, que mañana hay que madrugar. |
SABADO 21/04
8ª ETAPA: PLASENCIA – PIEDRAHITA
Para las 7:45 ya estamos en la estación de autobuses y toca esperar hasta las 8:15, que es la hora aproximada de llegada del chófer de nuestro autobús. Cuando aparece, Javi se acerca para comentarle que llevamos dos bicicletas, por si hay algún problema. Y problema, lo que se dice problema, no hay, puesto que nos deja uno de los lados para meterlas, pero nos avisa que nos tiene que cobrar por llevarlas. El maletero va completamente vacío, así que le comento que no parece muy normal. Ante su respuesta, nos dirigimos a la ventanilla de información, donde nos dicen que las bicicletas no se consideran equipaje, sino mercancía y que, por tanto, tiene derecho a cobrar por llevarlas, aunque también nos aclara que esto es algo que queda a criterio del conductor. Pues bien, su criterio queda suficientemente claro al montar: nosotros pagamos 550 pelas por cabeza y las bicicletas, 550 una y 500 la otra (la diferencia, supongo que será debida a un error, no a un rapto de generosidad).
Respecto al viaje, hay que puntualizar que, antes de salir, el colega de información insistió en que no había autobús que nos llevara a Piedrahita, así que debíamos quedarnos en el Barco de Avila, para seguir luego pedaleando. Pues bien, así lo hacemos y cuál será nuestra sorpresa cuando, tras un rato ya de ruta, nos adelantó ese mismo autobús. Nos queda saber su destino final, pero mucho nos tememos que el informador estuviera mal informado. En cualquier caso, gracias a él, salvamos el puerto de Tornavacas sin esfuerzo aparente que, de otra manera, nos hubiese supuesto un esfuerzo aparente y medio, por lo menos.
En El Barco de Avila, a 1.200 metros de altitud, el fresco de días anteriores, se tornó en un frío eu carallo. El paisaje había cambiado; ya estábamos en Avila, pero seguía siendo magnífico. Tras recorrer 21km, con manos y pies insensibles, divisamos Piedrahita, fin de nuestro viaje. Desmontamos parrillas y alforjas y aprovechando que el cambio de medio de transporte lo permite, decidimos aprovisionarnos de lomo de estas tierras. Los carniceros frente a cuya carnicería dejamos aparcado el coche, veían despejada su incógnita: ¿de quién será ese coche?
La sensación es ambigua, pues se entremezclan la alegría de finalizar la odisea sin contratiempos, con la tristeza de pensar que mañana no habrá más. Quedan atrás siete días en los que nos hemos enamorado de estas tierras que ahora llevamos en la mente, a pinceladas de colores de lavanda, rojo y amarillo. Extremadura es la quinta dimensión, algo que no se puede definir, porque hay que disfrutarlo con los cinco sentidos. Y la bicicleta lo hace posible, permite verlo, tocarlo, olerlo, escucharlo y degustarlo. Extremadura... con mucho gusto.
Nos ponemos en marcha dirección Avila – Valladolid, con las pilas más que cargadas. Volveremos.
8ª ETAPA: PLASENCIA – PIEDRAHITA
Para las 7:45 ya estamos en la estación de autobuses y toca esperar hasta las 8:15, que es la hora aproximada de llegada del chófer de nuestro autobús. Cuando aparece, Javi se acerca para comentarle que llevamos dos bicicletas, por si hay algún problema. Y problema, lo que se dice problema, no hay, puesto que nos deja uno de los lados para meterlas, pero nos avisa que nos tiene que cobrar por llevarlas. El maletero va completamente vacío, así que le comento que no parece muy normal. Ante su respuesta, nos dirigimos a la ventanilla de información, donde nos dicen que las bicicletas no se consideran equipaje, sino mercancía y que, por tanto, tiene derecho a cobrar por llevarlas, aunque también nos aclara que esto es algo que queda a criterio del conductor. Pues bien, su criterio queda suficientemente claro al montar: nosotros pagamos 550 pelas por cabeza y las bicicletas, 550 una y 500 la otra (la diferencia, supongo que será debida a un error, no a un rapto de generosidad).
Respecto al viaje, hay que puntualizar que, antes de salir, el colega de información insistió en que no había autobús que nos llevara a Piedrahita, así que debíamos quedarnos en el Barco de Avila, para seguir luego pedaleando. Pues bien, así lo hacemos y cuál será nuestra sorpresa cuando, tras un rato ya de ruta, nos adelantó ese mismo autobús. Nos queda saber su destino final, pero mucho nos tememos que el informador estuviera mal informado. En cualquier caso, gracias a él, salvamos el puerto de Tornavacas sin esfuerzo aparente que, de otra manera, nos hubiese supuesto un esfuerzo aparente y medio, por lo menos.
En El Barco de Avila, a 1.200 metros de altitud, el fresco de días anteriores, se tornó en un frío eu carallo. El paisaje había cambiado; ya estábamos en Avila, pero seguía siendo magnífico. Tras recorrer 21km, con manos y pies insensibles, divisamos Piedrahita, fin de nuestro viaje. Desmontamos parrillas y alforjas y aprovechando que el cambio de medio de transporte lo permite, decidimos aprovisionarnos de lomo de estas tierras. Los carniceros frente a cuya carnicería dejamos aparcado el coche, veían despejada su incógnita: ¿de quién será ese coche?
La sensación es ambigua, pues se entremezclan la alegría de finalizar la odisea sin contratiempos, con la tristeza de pensar que mañana no habrá más. Quedan atrás siete días en los que nos hemos enamorado de estas tierras que ahora llevamos en la mente, a pinceladas de colores de lavanda, rojo y amarillo. Extremadura es la quinta dimensión, algo que no se puede definir, porque hay que disfrutarlo con los cinco sentidos. Y la bicicleta lo hace posible, permite verlo, tocarlo, olerlo, escucharlo y degustarlo. Extremadura... con mucho gusto.
Nos ponemos en marcha dirección Avila – Valladolid, con las pilas más que cargadas. Volveremos.