MIERCOLES 4/06 6ª ETAPA: TARTU – VILJANDI (87km/4h 45min) Atera bezain pronto, kontrako haizearekin egin dugu topo eta egun osoan zehar “bidaia lagun” izango dugu (eta, zoritxarrez, bihargo egunean ere bai). Errepideak ez dira onak, kamioi asko daude eta txirrindularienganako errespetua, eskasa. Haizeak ez du barkatzen (hala ere, ia-ia eskertzen da bere konpainia, bero handia egiten baitu), baina talde osoak batera egin du lan eta, errelebuz errelebu, arratsaldeko 6etan, Viljandi-n sartu gara. Ya son las 11 de la mañana. Hoy, por primera vez, vestimos el culotte corto. Hacemos la primera parada en Puhja, un pueblecito con su colonia de ruidosas grajas (hay que marcar en la guía, que es la primera vez que la veo), su iglesia de madera y sus bloques de viviendas grises, herencia del pasado comunista del país. Tenemos intención de comer a la orilla del lago Vörst que apenas podemos ver, puesto que la carretera discurre siempre rodeada de espesos bosques de coníferas y abedules. Asistimos a una de las imágenes que más nos ha impactado en este viaje, la de una madre y su hijo, tirando del arado él y empujando por detrás ella. Llegamos a Viljandi a las 6 de la tarde, pueblo que se encuentra sobre un lago (en realidad, es un río que en este punto se remansa y alcanza una anchura considerable) rodeado de bosques de frondosas; si le sumamos a esto la luz del atardecer, puede ser merecedor de un “10”. Las casas de Viljandi están recubiertas de madera, son de diferentes colores y a pesar de estar algo descuidadas, hacen del pueblo un sitio agradable. Rápidamente encontramos alojamiento, en un Youth Hostel o así, nos acicalamos y vamos a dar un paseo y a cenar. Hay una gran fiesta en el parque, lo organiza el equivalente al “Euskadi Gaztea” local, a juzgar por la cantidad de jóvenes y la música. |
JUEVES 5/06 7ª ETAPA: VILJANDI – PARNU (100km/5h 20min) Goizeko hamaretan turismo bulegoan gaude, jada. Bi gauza jakin nahi ditugu: alde batetik, ea Soomaa-ko Parke Nazionaleko mapetan agertzen den pista benetan existitzen den eta bestetik, inportanteena, ea txirringaz egiteko modukoa ote den. Bi baieztapenakin, bideari ekin diogu. Errepideei buruz, zer esan, instant batean “yin”ean zaudela eta berehala, “yan”ean. Etapa, Parnu-n bukatu da, Baltikoko ertzean. Nuestra primera parada es un pueblecito llamado Kopu, donde hacemos las compras ya que probablemente no encontremos nada más adelante (en el mapa sólo aparecen algunas aldeas). Hasta aquí, parece que nos ha tocado el día “10”: buena carretera, no hace viento, el tiempo mejora… Al salir de Kopu no nos queda más remedio que quitarle 3 ó 4 puntos, así, de golpe, a la nota: la carretera se convierte en una pista con abundante piedra suelta, empieza a llover, los coches y en especial, los camiones pasan junto a nosotros a gran velocidad, ignorándonos y levantando espesas nubes de polvo. Un paisano con una bicicleta con tantos o más años que él, avanza, impasible el ademán. No todo puede ser malo; la pista va mejorando y caen tan sólo unos chaparrones dispersos que nos obligan a cobijarnos bajo los árboles, hasta que descubrimos que mejor es mojarse que dejarse devorar por los sienes y sienes de mosquitos que están a la espera de sangre euskaldun fresca. Seguimos camino y un poco más adelante, en Tipu, paramos en un observatorio, desde el que tan sólo alcanzamos a ver una cierva entre la elevada vegetación. Estamos atravesando el Parque Nacional de Soomaa, pero la espesa vegetación no deja ver gran cosa. Es, desde luego, el hábitat ideal para los alces, con amplias zonas encharcadas y boscosas, de abedul, roble, ¿pino de Douglas? Donde allí las señales te advierten del peligro de cruce de ciervos, aquí, son alces. Va siendo hora de comer algo, lo intentamos en un claro del bosque en el que encontramos una cabaña con artesano de la madera incluido. Hay también unos enormes columpios para enormes niños como nosotros y un centro de interpretación del parque (vemos un ratico un audiovisual). Y por supuesto, quienes no pueden faltar, los mosquitos, que hacen imposible que comamos allí. No queda más remedio que seguir adelante. Los últimos kms de parque, antes de llegar a Joessnu, son un infierno: el estado de la pista empeora, comienza a llover y tenemos mucha hambre (son ya cerca de las 3 de la tarde). En el pueblo, repetimos el menú de días anteriores, rodeados de un ruidoso autobús de adolescentes estonios, que lo son tanto como en nuestra tierra. Nos quedan unos 20km hasta Parnu, que hacemos a bloque, como gran equipo que somos (vamos mejorando en esto de dar relevos). Un ciclista autóctono se nos pone a rueda, pero le dejamos atrás. La entrada a Parnu es un poco agobiante, por el tráfico. Localizamos el apeadero del tren, para mañana, para tener así controlado el tiempo que nos llevará llegar desde el hotel. Parnu es una ciudad diferente a las que hemos visto hasta ahora, con urbanizaciones de casitas individuales y algunos chalets de nivelillo. Es, al parecer, una ciudad de veraneo. Ha quedado una tarde bonita, así que nos acercamos hasta la playa. El color del Báltico, oscuro por la arena removida, no invita demasiado al baño. Al final, aunque la lluvia nos ha dado un poco de guerra, al menos con el viento hemos tenido suerte y nos ha respetado. Una vez alojados, en busca ya de un sitio para cenar, las propuestas de la Lonely Planet no nos satisfacen, así que optamos por un chino en el que, como ocurrió en Tartu, el servicio es autóctono y disfrazado de oriental. De vuelta al hostal, pasamos junto a un pub en el que hay música en directo, pero sólo Karlos está animado a quedarse, así que nos retiramos. Mañana, nuestro tren sale a las 6:55. |